sábado, 9 de julio de 2011

El ignorante ilustrado

Por Enrique de Diego.
 
El sábado se proclama a Rubalcaba como candidato –y enterrador– del PSOE. Una personalidad mediocre y destructiva que no ha hecho más que mal a España y a los españoles, desde poner a Elena Salgado en Economía, hasta permitir el chivatazo a ETA y permitir que los terroristas campen en las instituciones, con el Constitucional prostituido. Menos conocida, pero no menos letal, es su responsabilidad en la LOGSE que ha producido estragos y la generación del biotipo del ignorante ´ilustrado´, que hoy campa, desorientado, por las plazas de España. A continuación, un extracto de mi libro Historia clara de la España reciente (Editorial Rambla): 
"El 3 de octubre de 1990 se aprobó la Ley Orgánica General del Sistema Educativo (LOGSE). España siempre había tenido un buen bachillerato y una mala Universidad. El PSOE aplicó la piqueta al primero y lo demolió, rebajando el nivel de modo que el objetivo se centró en la ignorancia, la falta de disciplina y la exaltación del capricho. Todo ello se vendió, con lacerante ironía, como democratización de la enseñanza. Eso dispararía, en el futuro, tanto el fracaso escolar como el conflicto y aún la violencia en las aulas, de modo que España se situaría en la cola de todos los baremos internacionales de medición de la calidad educativa. En los informes PISA, elaborados cada tres años por la OCDE, que miden el nivel escolar de los alumnos de 65 países, España se ha venido situando entre 7 y 12 puntos por debajo de la media; sólo Castilla y León y Madrid se colocan por encima. La LOGSE favoreció la promoción automática. El resultado fue un incremento de los repetidores: el 36%, frente al 5% de Finlandia. El control de las almas de los niños, en tremenda frase totalitaria de Rodolfo Llopis durante la Segunda República, y la búsqueda de la confrontación, en el seno de sus familias, con los padres, para transferir los afectos al partido y al Estado eran componentes genéticos del socialismo. Ahora adoptaron una formulación especialmente iletrada y mostrenca. Los estrategas socialistas hubieron de suponer que una población instalada en la adolescencia y sin elementos de juicio para desarrollar su madurez y su espíritu crítico, ignorante, en suma, era más fácilmente manipulable. Se generó hasta generalizarse en el paisaje social el biotipo del ignorante ilustrado, al que se había suministrado un conjunto de tópicos y clichés, suficientes para ser aceptado en los ambientes que de manera confusa y difusa se denominaban progresistas. Ese gregarismo dotaba al ignorante ilustrado de cierta satisfacción e incluso de cierta sensación de superioridad a través del almacenamiento de una colección de pequeños dogmas, asumidos sin esfuerzo y, por supuesto, sin espíritu crítico. El modelo ya había sido profetizado por Alexis de Tocqueville como consecuencia de la dictadura benévola del Estado paternalista. El ignorante ilustrado era suficientemente pacifista, convenientemente ecologista, básicamente feminista, estéticamente antinorteamericano, furibundamente antimilitarista y exhibía una vaporosa conciencia social que le permitía tenerse por solidario, sin ninguno de los compromisos de exigencia de las éticas tradicionales. Ese conjunto de ideas insustanciales, que normalmente se movían en un nivel de intensa emotividad refractaria a la racionalidad, funcionaban como sólidos implantes mentales, que provocaban respuestas inmediatas en forma de opiniones coincidentes con las consignas marcadas por el partido socialista. Asumía con facilidad la jerigonza progre y la manipulación semántica que se le servía con asiduidad a través de los centros escolares, los medios de comunicación y los productos culturales de afinidad socialista.
 
El ignorante ilustrado se demostró capaz de asumir altas dosis de incoherencia –del tipo de sentir una sincera indignación moral por la intervención en Irak y una completa indiferencia por la participación militar mucho más intensa en Afganistán o de escandalizarse beatamente por el sufrimiento de los toros al tiempo que se mostraba incapaz de cualquier sentimiento moral frente al crimen del aborto– y una completa incapacidad para la reflexión autónoma. El ignorante ilustrado había sido convencido de una idea tan curiosa como estar en posesión de la tolerancia y de serlo en grado sumo hasta que se le llevaba la contraria o se le trataba de confrontar con argumentos lógicos y racionales, momento en el que reaccionaba con intransigente vehemencia acudiendo a su pequeño arsenal de insultos, entre los que el más instintivo y más inmediato era el de fascista, sin caer en la cuenta de que el fascismo había sido un movimiento socialista, de izquierdas, la escisión nacionalista del marxismo, herética y cismática respecto al internacionalismo proletario y Moscú".

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