Por Leonor Tamayo.
A principios del curso pasado presenté en el colegio de mis hijos una carta para recordarles que mi hijo no iba a entrar en la clase de EpC porque
somos objetores; me dijeron que la directora tenía que hablar conmigo y
en esa entrevista me explicaba que daban la asignatura conforme al
ideario, que no había nada adoctrinador y que el niño debía y podía
entrar en clase. Recuerdo muy bien que le expliqué que no se trataba de
contenidos concretos sino de una objeción de conciencia a la asignatura
en sí misma porque vulneraba el derecho de los padres a elegir la
formación moral que quieren para sus hijos; que yo tenía confianza absoluta en el colegio pero que nuestra objeción iba mucho más allá del profesor y del colegio, habíamos
objetado a la Educación para la Ciudadanía de la LOE con todo lo que
ello implicaba y que también contábamos con que el niño suspendería,
pero no iba a entrar.
Nuestro hijo estaba orgullosísimo, tanto que cuando
le dieron el primer boletín y se encontró con un suficiente, le dijo
inmediatamente a la profesora que se habían equivocado y que él quería
su suspenso, y nos dieron al día siguiente otro boletín con su suspenso
puesto.
Pues este año, con cierto regusto amargo y sensación de frustración
después de conocer el nuevo Decreto de la asignatura presentado por el
Partido Popular, iremos de nuevo al cole con nuestra carta y volveremos a mantener la misma conversación
con la directora, repitiendo –tristemente– las mismas palabras del año
pasado, y Jorge, nuestro segundo hijo, tampoco entrará en clase mientras
EpC siga imponiendo a los padres y a los alumnos una moral de Estado,
sea cual sea.
Son nuestros hijos, es nuestra decisión. Objetamos también a esta EpC.
Fuente: Profesionales por la Ética.
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