Por Lluis Seguí.
Ya han pasado las elecciones, con victoria aplastante del PP y muy buenos resultados de CiU en Cataluña. ¿De qué se trata ahora? Todos hablan de relanzar la economía, de salir de la crisis, de generar empleo. No es tan sencillo, porque hay que saber cómo. Y las medidas y ajustes no lo son todo. Se podrá recortar –como ha hecho CiU en Cataluña sin desgaste electoral perceptible–, se deberá estimular la demanda y la inversión, etc., pero no será suficiente.
El problema del país es de mentalidad, o sea educativo. Y es que después
de hablar mucho de las subprime, de la avaricia, de las agencias de
rating, etc., aún queda por explicar cómo ha sido posible todo esto. Y
es que a todo el conjunto de datos económicos debemos añadir los
sociales en un sentido más amplio, por señalar algunos: la baja
natalidad –y sus consecuencias económicas y sociales–, el bajo
rendimiento escolar del país, la elevada tasa de divorcios, etc. Todos
ellos factores de desintegración social. Datos que la realidad nos
ofrece como regalo para entenderla mejor.
Son muchísimos los elementos que revelan que esta crisis es distinta. De hecho, muchas voces autorizadas dudan de la capacidad "moral" para salir de ésta, o dicho de otro modo, de si seremos o no capaces de estar a la altura del reto que tenemos delante. Y es que no es para menos. Quizás el tema sea más "intelectual" que moral, por decirlo de algún modo. Es una crisis de nuestra "humanidad", de la de cada uno.
De hecho, en la campaña electoral el tema educativo ha brillado por su ausencia, excepto por algún detalle poco significativo. El dilema público-privado, popular-elitista, etc., ha sepultado la verdadera cuestión de fondo: la bajísima productividad de la enseñanza en España. La educación sigue siendo un ámbito ajeno a cualquier evaluación o control de calidad (que tenga consecuencias, claro). Parece que su gratuidad (mito) y su universalidad están por encima de cualquier otra consideración. En otros países, esto es impensable.
Pues bien, el reto que tienen tanto CiU como el PP son muy parecidos: cambiar un sistema educativo que es, en gran parte, responsable de la situación en la que nos encontramos. Y esta no es una tarea más, sino "la tarea". Educar a una "nueva" generación de hombres, o sencillamente –como defendía Esperanza Aguirre hace pocos días– instruirles bien, y dejar libertad para que otros ámbitos eduquen. Aquí se juega el futuro de todos.
Son muchísimos los elementos que revelan que esta crisis es distinta. De hecho, muchas voces autorizadas dudan de la capacidad "moral" para salir de ésta, o dicho de otro modo, de si seremos o no capaces de estar a la altura del reto que tenemos delante. Y es que no es para menos. Quizás el tema sea más "intelectual" que moral, por decirlo de algún modo. Es una crisis de nuestra "humanidad", de la de cada uno.
De hecho, en la campaña electoral el tema educativo ha brillado por su ausencia, excepto por algún detalle poco significativo. El dilema público-privado, popular-elitista, etc., ha sepultado la verdadera cuestión de fondo: la bajísima productividad de la enseñanza en España. La educación sigue siendo un ámbito ajeno a cualquier evaluación o control de calidad (que tenga consecuencias, claro). Parece que su gratuidad (mito) y su universalidad están por encima de cualquier otra consideración. En otros países, esto es impensable.
Pues bien, el reto que tienen tanto CiU como el PP son muy parecidos: cambiar un sistema educativo que es, en gran parte, responsable de la situación en la que nos encontramos. Y esta no es una tarea más, sino "la tarea". Educar a una "nueva" generación de hombres, o sencillamente –como defendía Esperanza Aguirre hace pocos días– instruirles bien, y dejar libertad para que otros ámbitos eduquen. Aquí se juega el futuro de todos.
Ello conllevará reconsiderar toda la mitología del mundo educativo de
los últimos 30 años, que se ha paseado imperturbable sobre sus propios y
repetidos fracasos sin pedir nunca perdón. Pero no sólo eso, sino
también todos los paradigmas culturales dominantes que han vaciado de
contenido las experiencias más fundamentales de la vida: vivir, conocer,
etc. Estos paradigmas se han mostrado incapaces de generar a largo
plazo e inútiles para afrontar la realidad cuando esta es adversa.
La crisis, aunque sea algo políticamente incorrecto decirlo, nos vuelve a situar forzosamente en la realidad real,
nos obliga a un ejercicio de responsabilidad, dejándonos claro a todos,
políticos incluidos, que la políticas de papel no llevan a ningún
sitio, y que con la que está cayendo esas políticas no harán sino
acelerar la debacle. Se impone el realismo, o seguir deslizándonos hacia
la nada. Empecemos por educar.
Fuente: Páginas Digital.
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