Por Juan Antonio Gómez Trinidad, catedrático de Filosofía.
Recientemente se ha celebrado una Conferencia Sectorial de educación donde según han relatado los presentes, el punto, si no único, al menos principal del orden del día ha sido la presentación de un borrador de Real Decreto mediante el que se suprimen algunos contenidos de la Educación para la ciudadanía –EpC–. Es decir, que no cabíamos en casa y… resucitamos al muerto, porque de eso se trata de un muerto que produjo mucho ruido, incluso judicial y que la vida misma se fue encargando de enterrarlo.
Vaya por delante que una educación que ayude a los jóvenes a ser conscientes y activos de su condición de ciudadanos no sólo es conveniente, sino además necesario. Las instituciones europeas constataron ya hace años el desapego que los jóvenes tienen respecto de la vida política y de sus instituciones. En parte por desconocimiento de las propias instituciones, en parte porque no saben valorar aquello que no les ha costado nada conseguir. Vivir en democracia no es algo espontáneo, ni biológico, sino una cuestión cultural que sólo algunos pueblos y épocas han conseguido y que merece la pena poner todo el empeño en consolidarla y transmitirla.
Por otro lado, la ciudadanía democrática auténtica no es una situación dada, heredada, sino una actitud permanente y constante de los ciudadanos para participar de modo activo, crítico y responsable en la vida social y política, y no sólo en las elecciones que cada cierto tiempo tienen lugar. No es de extrañar que este segundo modo acabe en una democracia más formal que real que provoca el rechazo de los jóvenes como se ha visto recientemente con distintos movimientos.
Ahora bien, una cosa es el conocimiento de las instituciones, las constituciones, los procedimientos y la participación ciudadana, objetivos irrenunciables de la enseñanza obligatoria y otra cosa muy distinta es que se consiga mediante una asignatura concreta como se ha pretendido a partir de la LOE. El debate es de todos conocidos, así como las distintas posturas. La consecuencia es quela EpC acabó siendo una asignatura muerta e inservible por las siguientes cuestiones: