Por Alicia V. Rubio Calle.
La libertad de cátedra del profesor es la facultad que ostenta todo docente de transmitir sus conocimientos como considere oportuno, con independencia de que provengan, o no, de su propia labor investigadora y con la intención de dar su versión de una verdad científica. Compete a cualquier docente en relación a la materia objeto de su enseñanza y únicamente respecto al citado contenido.
Como establece el artículo 20.4 de la Constitución, la libertad de cátedra viene limitada por el respeto a los derechos y deberes fundamentales, reconocidos en el capítulo primero de la misma, y especialmente, por el derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud y de la infancia.
Desde el comienzo de curso, algunos docentes de mi centro han arengado a los alumnos y les han hablado de lo que opinaban sobre los gobernantes, con insultos y descalificaciones.
Han explicado sus razones para hacer huelga, día tras día, y han insistido en la necesidad de de que los alumnos la secunden.
Han utilizado sus horas de docencia para vilipendiar a los profesores que no compartían sus opiniones, atentando contra su derecho al honor.
Han manipulado a menores de edad sin cortapisa moral o ética, sin respeto a sus opiniones o las de sus padres, sin mostrar simplemente la decencia y la contención que, como educadores, deberían exhibir ante una persona en formación.
Han abusado de los menores en vez de respetar su fragilidad, su desconocimiento y falta de formación.
Los que pervierten la libertad de cátedra no respetan nada.
Mis alumnos hablan de un profesor con una pancarta a favor de la huelga, subido a su mesa y haciendo gestos obscenos a la jefa de estudios que le conminaba a bajarse y comportarse como una persona con principios.
Mis alumnos han tenido que analizar sintácticamente frases con contenido político afín al profesor, consignas y pautas de actuación antisistema.
Mis alumnos hablan del acoso por internet de una profesora a alumnos cuyas arengas han conseguido hastiar hasta dar queja a sus padres y a la dirección del centro, para vengarse de los “chivatos”.
Mis alumnos hablan del miedo a represalias por no compartir las opiniones políticas de profesores huelguistas a los que se han enfrentado.
Mis alumnos, algunos, los que no están dispuestos a ser dúctiles y maleables, los que han tenido que perder la inocencia defendiendo su derecho a discrepar, tienen miedo.
Y así me lo han dicho.
Y eso, el abuso, el proselitismo con menores, la pérdida de horas de clase para insultar, elucubrar y opinar, no es libertad de cátedra, es pobreza moral, miseria profesional, indigencia ética… Y quien no tiene valores morales no puede transmitir sino amoralidad.
Fuente: Profesionales por la Ética.
Artículo revelador. Motivos hay para que la enseñanza que se da en algunos centros produzca los resultados que todos conocemos, bajísimo nivel que avergüenza cuando se compara con otros países. Para que un niño reciba buena enseñanza es necesario, tal como decía San José María Escrivá, cuidar a sus padres y a sus profesores en este orden.
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