La formación religiosa del colegio puede responder a las preguntas
existenciales de los niños.
Por Belén Manrique.
Obispos y docentes animan a los padres a superar las
trabas que algunos centros ponen a la asignatura de Religión y a solicitarla
para que sus hijos se beneficien de una verdadera formación integral.
Ecuaciones, análisis sintácticos, el presente continuo
en inglés... la amplia formación de nuestros hijos recorre todos los campos del
saber humano, sin embargo, nunca puede llegar a ser completa si se descuida su
formación espiritual y ética. Para el cultivo de esta dimensión de la persona,
es esencial la formación religiosa, muchas veces infravalorada en nuestro país.
Tal como explica el profesor Eduardo Amores, tras doce
años de experiencia impartiendo la materia en colegios La Salle, “la asignatura
de Religión es beneficiosa para los niños porque educa para la vida. En ella,
se nos da la posibilidad de reflexionar sobre nuestra historia y nos enseña a
fundamentarla en Jesús. Por otro lado, ayuda a sembrar valores y a que las
personas se hagan planteamientos y preguntas, de cara a tomar decisiones
maduras ante la vida”. Cuestiones del tipo: ¿quién soy?, ¿de dónde vengo? o ¿a
dónde voy? No pueden ser planteadas ni respondidas en ninguna otra asignatura
y, para muchos niños procedentes de familias sin creencias, en ningún otro
ambiente de su vida.
El presidente de la Comisión Episcopal de Enseñanza y
obispo de Segorbe-Castellón, monseñor Casimiro López, cuenta a Misión que
estudiar Religión también “ayuda a conocer y comprender nuestra cultura y
favorece la convivencia fundada en el respeto a las convicciones morales y religiosas del prójimo”. “Jesucristo es guía
para salir al encuentro de las necesidades de los otros y para contribuir al
bien común. Él lleva la paz, suscita la sed de la verdad y el hambre de virtud”,
añade.
En España, Religión es de oferta obligatoria en todos
los centros pero de libre elección, y no computa en la media escolar. Pero a
monseñor Casimiro López le han llegado quejas de padres a quienes los centros
estatales han intentado disuadir para que sus hijos no cursaran la asignatura
o, directamente, no se la han ofrecido al realizar la inscripción. Por eso, a
través de la campaña “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”, los obispos
animan a los padres a salvar las barreras y pedir la asignatura en los colegios.
Pero para que padres y alumnos den a la materia la
importancia que merece, es crucial el papel de los docentes. “Si yo me la tomo
en serio, y los chicos ven que creo en ella, ellos responden; pero si yo mismo,
como profesor, pienso que es la ‘maría’, los chicos harán lo mismo”, considera
Eduardo. Y añade que “lo más importante no es el memorizar contenidos, sino
iniciar unos procesos que permitan a niños y jóvenes hacer esa síntesis
fe-vida, fundamentada en el diálogo fe-cultura”.
Fuente: Revista Misión
(n.º 24, pág. 28).
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