domingo, 11 de diciembre de 2011

El fracaso escolar

Por Pío Moa.
  
Como publica de vez en cuando la prensa, sin darle la importancia que tiene, España es uno de los países europeos con mayor fracaso escolar, con tendencia a empeorar en los últimos diez años, y reflejado en dos aspectos: el alto índice de adolescentes que abandonan los estudios tempranamente, y la baja calidad de la enseñanza, reflejada en la comprensión lectora (número muy elevado de analfabetos funcionales), conocimientos matemáticos y científicos. El nivel de las universidades es también mediocre o francamente bajo, sobre todo en el terreno de la innovación, la originalidad o la teoría, aunque en el plano puramente profesional no lo hacen mal del todo.
  
¿A qué se debe este fracaso? En gran medida a una orientación socialista que prima seudovalores progres como una falsa solidaridad, la igualdad rebañista por abajo, una concepción chocarrera de la vida que llega a la corrupción sexual de menores, y el desdén por valores de cohesión como el patriotismo o la identidad cultural, socavada persistentemente desde todos los ángulos. Como se denigra el mérito, el espíritu emprendedor y la responsabilidad.
  
El fracaso tiene relación también con el creciente fracaso familiar, el despego por los hijos, cuya educación suele abandonarse a una televisión repulsiva (telebasura). El consumo de drogas y fenómenos degradantes como el botellón retratan a parte excesiva de la juventud, otro legado que ha dejado a la sociedad el "progresismo" socialista.
  
La alternativa del PP me parece poco convincente. Tiene una visión economicista y técnica de la enseñanza, centrada en el esfuerzo por ganar dinero, aparte de atentar con mayor eficacia que la izquierda (por hacerlo con mayor disimulo), los valores de la identidad cultural y el patriotismo: la nena angloparlante preparada para ganar altos sueldos en cualquier país constituye el ideal y teoría educativa de ese partido.
  
También se propone habitualmente el modelo finlandés u otros de elevado rendimiento escolar, pero tengo mis dudas. Las circunstancias de España son muy distintas, desde las climáticas a las históricas y culturales, o al hecho de disponer de un idioma de comunicación mundial. Además, un rendimiento elevado puede acompañarse de una tasa de estrés también elevada, que acaso se refleja en otros índices de salud social poco modélicos. Finlandia tiene tasas muy elevadas de asesinatos, suicidios, violencia doméstica (el 40% de las mujeres habría sufrido alguna agresión en 2008), alcoholismo (una de las primeras causas de muerte) o depresiones.
  
España destacó por su nivel educativo en el siglo XVI, aunque después decayera hasta los bajos niveles en cantidad y calidad del siglo XIX. El mayor esfuerzo básico se hizo probablemente durante el franquismo, cuando, entre otras cosas, la plaga tradicional del analfabetismo fue prácticamente eliminada y la mujer accedió a todos los niveles de la enseñanza en mayor proporción que nunca antes. Yo creo que la corrección de los males de la enseñanza debe nacer de nuestra propia inventiva y del estudio de nuestra experiencia y condiciones. Y no de mimetismos con otros países y culturas –aunque se aprovechen elementos de ellos–, intentos que nunca salen bien. 
  

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