Me ha sorprendido oír a Pepe Domínguez, de ordinario tan agudo, explicar que él es partidario de la educación sexual, que la recibió ya estando en la escuela, que es conveniente conocer el propio cuerpo y que no le ha causado ningún trauma, más bien al revés...
Pero el argumento no me parece muy consistente. La experiencia particular cuenta poco cuando hablamos de asuntos generales. Hay quien se ha criado en un hogar con el padre borracho y la madre prostituta y ha salido un tipo sensato y talentoso, sin que ello aconseje criarse en una familia así. Cuando tratamos de la educación sexual o de cualquier otro tipo, debemos fijarnos en sus consecuencias generales.
Así, ¿cabe negar una correlación entre esa educación o lo que sea, y los altos índices de fracaso matrimonial, de fracaso familiar, de fracaso escolar, aborto y otros fenómenos relacionados, como la expansión de la droga, el alcoholismo, etc.? A mi juicio existe una correlación bastante clara. Porque la educación sexual no es, como se presenta, una enseñanza por así decir neutra, sino un adoctrinamiento en una determinada concepción ideológica de la sexualidad. Prácticamente se está adoctrinando a los niños en la idea de que la sexualidad consiste esencialmente en actos placenteros que da igual cómo se realicen, entre hombre y mujer, entre hombres, entre mujeres, en definitiva también con animales o con niños. Todas las formas de sexualidad, afirman, son equiparables en la medida en que proporcionen placer y responden a las inclinaciones de cada cual... Es la ideología típica de un dueño o dueña de burdel, la que cabría esperar de la "puta vieja Celestina", presentada como paradigma de progreso y liberación. Por supuesto, tales educadores no olvidan soltar algún rollete sobre la responsabilidad, el cariño y esas cosas, que quedan bien pero en ese contexto son solo adornos justificativos y sin efecto real.
Tal "educación" sexual se llamaba en otros tiempos perversión de menores, y no se da solo en las escuelas: toda la televisión basura, es decir, la mayoría de la televisión, constituye otra escuela a gran escala de tales enseñanzas. Hoy, una proporción muy elevada de los niños ha dejado de recibir ninguna educación significativa de sus familias, cuyo papel educativo ha sido sustituido por esa televisión, auxiliada por los emancipados profesores de enseñanza sexual, que además van de científicos por la vida, al modo como solían ir los marxistas.
Me recuerda la exposición de Tocqueville sobre el despotismo democrático: "un poder inmenso que busca la felicidad de los ciudadanos, que pone a su alcance los placeres, atiende a su seguridad, conduce sus asuntos procurando que gocen con tal de que no piensen sino en gozar". "Un poder tutelar que se asemejaría, a la autoridad paterna si, como ella, tuviera por objeto preparar a los hombres para la edad viril; pero que, por el contrario, sólo persigue fijarlos irrevocablemente en la infancia".
Una "educación sexual" en manos de delincuentes como los políticos actuales no me parece, francamente, que pueda producir otra cosa que delincuentes semejantes, ojalá me equivoque; en todo caso va enfocada en esa dirección, no podría ser de otro modo.
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