viernes, 27 de agosto de 2010

El gobierno presenta su Educación Sexual. “Excusatio non petita…

…acusatio manifesta dice la máxima latina, que viene a ser equivalente al castellano “Dime de qué presumes y te diré de qué careces.

Y es que, antes de entrar en su contenido, merece la pena analizar con detenimiento la puesta en escena de la presentación de la Educación Sexual Obligatoria por parte de los titulares de Sanidad y Educación porque revela claramente sus intenciones.

Que la presentación de la guía “Ganar Salud en la Escuela“, documento que marca las pautas de la implantación de la educación sexual que el gobierno incoa en su Educación para la Ciudadanía y desarrolla en el capítulo educativo de la Ley del Aborto se realice, sin previo aviso, a finales de agosto no sorprende a estas alturas a nadie. Para trabajar por el adoctrinamiento sexual no caben las vacaciones. Las verdaderas necesidades del país pueden, en cambio, esperar.
A preguntas de los periodistas, la ministra ha recordado que la formación afectivo-sexual existe desde “hace muchos años” en la escuela, ha destacado la educación en materia sexual y reproductiva como parte de la ley de interrupción del embarazo y que se ha hecho un trabajo “muy intenso” para sacar adelante la estrategia citada.
Es decir, que la educación afectivo-sexual existe desde “hace muchos años” pero resulta una prioridad del gobierno, que ha trabajado de modo “muy intenso” para sacar adelante la estrategia citada. Si no es una nueva necesidad, ¿por qué tal empeño?, ¿no será que se desea pisar el acelerador en la implantación de la ideología de género?
La educación afectivo-sexual también recoge la perspectiva de género y aspectos como la identificación y rechazo del abuso sexual y el respeto de las distintas orientaciones sexuales.
Aquí se juega, como ocurrió con la implantación de Educación para la Ciudadanía, con el continente y con el contenido: ¿tiene sentido oponerse a la necesidad de una educación cívica o a una educación sexual? Claro que no. La cuestión es quién imparte dicha educación y con qué orientación se imparte, dado que se trata de temas intrínsecamente morales. Así, el gobierno se atribuye una vez más la iniciativa y el control de esta educación en valores, arrebatándole este derecho a los padres:
La ministra ha insistido en que es “obligación” de las administraciones y su “responsabilidad” advertir de los riesgos para la salud, por ejemplo prevenir enfermedades de transmisión sexual o embarazos no deseados.
La misma trampa: el problema no es tanto el qué sino el cómo.

Patético, en cambio, se muestra el fracasado ministro Gabilondo haciendo de comparsa del feminismo radical, un feminismo que a la legua se ve que no comparte, pero que ha preferido vender antes que dejar la cartera:
Gabilondo ha señalado que todas la guías y recomendaciones marcan a cada centro cuáles son la prioridades: “Creo -ha precisado- que todo centro debe incorporar como elemento determinante (en su proyecto educativo) la educación sexual y reproductiva vinculada a la salud afectiva”.
O sea, que la educación sexual resulta ser ahora un elemento determinante en todo centro. A ver si los ránkings de Pisa los elaboran a partir de ahora sobre destrezas sexuales y nos colocamos a la cabeza, ya que somos incapaces de hacerlo con las destrezas intelectuales.

Con menor experiencia política y quizá con un tanto de mala conciencia, las declaraciones de Gabilondo dejan entrever inconsciente pero claramente las verdaderas intenciones del Ejecutivo en materia de adoctrinamiento sexual:
“No queremos obligar, ni establecer una vigilancia, queremos educar en libertad”.
“No es un libro de consignas o recetas”, ha proseguido, “ni de indicaciones mandatos”; es una “guía educativa”.
Cuando este gobierno anuncia que no pretende obligar ni vigilar, malo. Cuando declara que pretende “educar en libertad”, peor.

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