jueves, 25 de noviembre de 2010

Hacia el ateísmo de Estado

Por Victoria Llopis.
 
Asistí con cierta indignación al episodio producido hace unas semanas en un colegio público de Almendralejo, donde la presión de un único padre del centro –que resultó luego ser un cargo local del PSOE– consiguió que se retirara el crucifijo en las aulas, en contra –y éste es el dato interesante– del sentir y el deseo de la mayoría de los padres. ¡Esto es democracia, y lo demás son tonterías!
 
Ahora he asistido con perplejidad y a la vez muy divertida a la polémica suscitada en Albacete, donde unos padres de alumnos de un colegio confesional católico se han quejado con gran bombo en la prensa local de que el colegio ¡enseña a los niños a rezar durante la clase –voluntaria– de religión católica! ¡Dónde vamos a parar! ¡Que un colegio confesional católico enseñe –voluntariamente– doctrina y práctica de su propia religión!
 
Del mismo modo que el padre espontáneo de Almendralejo resultó ser un cargo local del PSOE, la madre espontánea de Albacete ha resultado ser del entorno de la alcaldesa socialista.
 
Desde las revueltas universitarias y sindicales de los años 60, el infiltrarse para reventar desde dentro asambleas, instituciones, etc, es una estrategia más vieja que la tos, y asombra que sigan creyendo que todos nos caemos de un guindo, y vamos a pensar a estas alturas que estas cosas son procesos espontáneos y reflejo natural del sentir del pueblo.
 
Este colegio de Albacete es un caso interesante para el análisis sociológico. Desde hace 2 ó 3 años lo gestiona una Fundación de padres de familia y profesores que no esconden ni se avergüenzan de su fe católica, y que desean hacer un servicio a otros padres que quieren de verdad que sus hijos sean educados en sus propias convicciones católica, como reconoce nuestra Constitución en su famoso –y con Zapatero, papel mojado– artículo 27.3. Las anteriores titulares del centro eran una congregación de monjas; se ve que no ofertaban oración; su colegio tenía, más o menos, un perfil similar al público de la esquina, y por tanto, eran toleradas entre el establishment socialista que ha dominado con mano de hierro Castilla-La Mancha desde 1982. Cuando han entrado otros aires, el statu quo ha entrado en crisis.
 
La secularización interna de la Iglesia produce unos productos educativos tan homologables con el proyecto ideológico de ciertos partidos, que cualquier pequeña afirmación confesional en un centro confesional con ideario propio, provoca un terremoto. Creo que cuando la Iglesia mantiene un perfil bajo, producto de su secularización interna y su contemporización con el Poder, con el supuesto fin de evitar males mayores, se la tolera; si la sal se vuelve sosa... Pero cuando la Iglesia se vuelve confesante y expone sin recortes –a quien voluntariamente quiera oírlo– lo que se contiene en dicha fe, las caretas caen y empieza el acoso.
 
Lo esperpéntico de este caso es que los padres que están en ese colegio lo están por libre elección. De sobra sabemos que la libertad de elección de centro en España es una ficción, puesto que al final son criterios administrativos los que deciden dónde va cada niño, en función del domicilio, etc, y la mayoría de padres que piden colegios concertados terminan en colegios públicos porque no hay bastantes plazas concertadas, pero a la inversa no es posible: a nadie le dan plaza en un concretado si no lo ha incluido en su solicitud. Así que la conclusión es clara: esos padres "espontáneos" han pedido –y obtenido– plaza en ese colegio para realizar una misión política; dificultar que los colegios oficialmente católicos empiecen a hacer cosas propias de católicos. Y para coronar el esperpento, de lo que se quejan no es de que hayan llevado sin desearlo a sus hijos a rezar, sino de que, sencillamente, hayan programado semejante actividad. No es de locos, no; tiene una perfecta lógica interna.
 
En definitiva, el que se cargue virulentamente contra un colegio confesional que enseña –voluntariamente– a rezar a sus alumnos no es un esperpento más de la España de Zapatero, sino una nueva demostración de que la secta –Terstch dixit– que nos gobierna quiere llevarnos, cuando antes, sin más demora, hacia un auténtico ateísmo de Estado. Se empezó hace tiempo a desvirtuar el término "aconfesionalidad" que recoge nuestra Constitución para hacerle decir "laicismo", pero ya tienen prisa... ¡por las bravas! Los rezos, a casa... y de momento.

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