El Gobierno piensa colarse en los recreos infantiles para decidir a qué y cómo van a jugar los niños españoles.
Domingo Pérez / Madrid
Día 31/10/2010
El recreo dejará de ser un lugar de libertad en el que los niños puedan jugar a los que les apetezca.
El recreo dejará de ser un lugar de libertad en el que los niños puedan jugar a los que les apetezca.
Patios sin muñecas. Recreos sin combas o sin fútbol. Represión para las niñas que jueguen a las cocinitas o para los chavales que lo hagan a los «indios y vaqueros». Niños sin libertad para decidir a qué y cómo jugar. Un futuro desalentador que puede convertirse en realidad en breve.
La Comisión de Igualdad del Congreso aprobó el martes una Proposición no de ley para que el Gobierno elimine de los patios y recreos de los colegios públicos y concertados de Primaria los «juegos sexistas».
¿Qué entiende el Grupo Parlamentario Socialista por juego sexista? Leyendo la propuesta del diputado José Alberto Cabañes, promotor de la idea, no queda muy claro qué es lo que será perseguible. Habla en el escrito aprobado con el único voto en contra del Grupo Popular de «fomentar la erradicación de las desigualdades de niñas y niños en los patios de los colegios». Sí fue Cabañes más claro cuando presentó su propuesta en abril de 2009, y ofreció este ejemplo: «Se trata de desterrar de los patios de los colegios actitudes que mantienen los roles machistas, como que las niñas no puedan jugar al fútbol o los niños a la comba. Así como de eliminar situaciones en las que haya grupos de niños jugando a policías y ladrones y grupos de niñas a las mamás».
Parece, pues, que se perseguirá a los «díscolos» que se empeñen en juntarse con sus compañeros del mismo sexo; a los niños que se obcequen en divertirse con tanques o soldaditos; a las niñas que cometan la aberración de hacer de mamás... No se podrá jugar a la comba si no es en grupos mixtos y de exacta paridad. Para el fútbol, las mismas condiciones y puede que se prohíba marcar goles «para fomentar la solidaridad». Puede sonar a exageración o alarmismo, pero ya se practica. En Cataluña, una circular de la Consejería de Educación sugería no hace mucho cómo deben organizarse los juegos colectivos. Para las carreras de saco proponía que «todos los niños alcancen la meta al mismo tiempo». Cabe imaginar que al pañuelo se jugará con dos trapos para evitar disgustos.
Defienden los socialistas que «cuanto más precoz sea la educación en igualdad mejores serán los resultados y más pronto repercutirá en la erradicación de la desigualdad de mujeres y hombres». Parece loable el empeño, pero, ¿es imprescindible llevarlo hasta el recreo? Cuando resulta notorio que en el aula ya se trabaja y mucho sobre Igualdad, ¿no sería lógico dejarles jugar a lo que les dé la gana en el patio?
Para el sindicato docente ANPE resulta una «excesiva injerencia política» porque «prohibir la expresión libre del juego simbólico, tal como los propios niños deseen, es a la vez imposible y absurdo. Denota un profundo desconocimiento de la realidad psicológica de los menores».
Jaime Urcelay, presidente de Profesionales por la Ética concluye que «esta decisión da idea de hasta dónde puede llevar el radicalismo ideológico en su intolerancia y en su asfixia de la libertad. Representa, además, un afán de controlar la vida social desde el poder político que tiene mucho de amenaza para todos».
Para el PP solo significa, como señala Sandra Moneo, portavoz de Igualdad del Grupo Parlamentario Popular, una vuelta más de tuerca en «el adoctrinamiento que el PSOE intenta imponer a toda la sociedad a través de asignaturas como Educación para la Ciudadanía. Estamos ante una nueva injerencia en el derecho de los padres a educar libremente y de acuerdo con sus convicciones a sus hijos».
Material para la polémica
Solo hay que echar un vistazo al material didáctico de la campaña «Educando en igualdad», financiada por el entonces ministerio de Bibiana Aído, y desarrollada por UGT. La izquierda se ha lanzado sin tapujos a ideologizar. Abundan, generosamente subvencionados a entidades amigas, cursos a profesores, guías para todas las edades y unas pautas muy concretas sobre lo que hay que enseñar a los niños, cómo y cuándo. En lo que se refiere a Primaria se quiere acabar con los clásicos. Blancanieves o la Cenicienta son anatemizados porque «colocan a las mujeres y a las niñas en una situación pasiva, en la que el protagonista masculino tiene que realizar diversas actividades para salvarla».
Lo que «mola» es que, como se recoge en esos manuales, si las niñas juegan a los vaqueros con sus compañeros de clase sean las «bandidas» , o que en los cuentos representen a «moteras» que rescatan al príncipe y huyen con él o que la narración comience con un «Érase una vez una princesa que besó a Blanco Nieves». Se promueve la persecución total a cuentos o historias que no ilustren el laicismo o que reproduzcan roles de la familia tradicional. Lo «correcto», ahora, es presentar familias monoparentales y si hay dos madres o dos padres, pues mucho mejor.
Fuente: ABC.
Fuente: ABC.
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