Por Carlos Jariod Borrego, Presidente de Educación y Persona.
Uno de los aspectos más silenciados del informe PISA es las diferencias mastodónticas entre centros estatales y privados. (Escribo centros “estatales” y no “públicos”, puesto que todos son públicos; los privados, son escuelas que, a diferencia de los anteriores, sus titulares no son las administraciones públicas, sino particulares). No es políticamente correcto reconocerlo, no conviene llamar la atención sobre ello, pero el desorden educativo imperante es mucho mayor en los centros estatales que en los privados. Esta es una de las evidencias que demuestra PISA, a pesar de que sus autores hacen ímprobos esfuerzos para mitigar y relativizar las diferencias.
En comprensión lectora los privados aventajan a los estatales en 37 puntos; en comprensión matemática, lo hacen en 36 y en conocimiento científico son 38 puntos. Sin llegar a esas diferencias en casi todos los países se dan ventajas apreciables de los privados sobre los estatales: Suecia, 35 puntos; Chile, 36; Portugal, 28; Alemania, 18; Corea del Sur, 16 y Finlandia, 7.
El informa PISA tiene que reconocer que “en todas las comunidades autónomas españolas los centros privados obtienen una puntuación superior a los centros públicos. Las diferencias oscilan entre los 15 puntos de la Rioja y los ¡59 de Canarias!” (las exclamaciones son mías).
¿Cómo explicar esas desigualdades entre tipos de centros? ¿Los centros privados ofrecen una mejor calidad educativa que los centros estatales? ¡De ningún modo! ¿Qué nos hemos creído? PISA nos ilumina: “Las diferencias entre los alumnos de los dos tipos de centro en función de su titularidad pueden ser explicadas por la influencia del nivel socioeconómico y cultural de sus familias”. Como los ricos llevan a sus hijos a los centros privados (en España, la gran mayoría son concertados) y los ricos son más cultos y tienen más medios, entonces… tienen mejores niveles académicos los colegios privados. ¡Acabáramos!
Y es que el aire gélido del marxismo se nos cuela por donde menos lo esperamos. Como la cosa tiene que tener aire de ciencia, el informe PISA inventa un índice estadístico de “estatus social, económico y cultural” (ESC) gracias al cual se puede “corregir” la desigualdad derivada de la clase social –expresión que los autores evitan cuidadosamente- para así saber mejor el nivel real de conocimiento. Yo propondría para próximas ediciones un índice de “autoridad del profesor y respeto al estudio” (APRE) o un índice de “compromiso familiar con la educación de los hijos” (CFEH). Una vez corregidos convenientemente los datos, los autores respiran con algo de alivio: en España la diferencia en comprensión lectora es sólo de …¡19 puntos! Así, el informe termina: “Esta circunstancia no es seguramente bien conocida y valorada por las familias y el conjunto de la sociedad española, particularmente cuando se valora el rendimiento de la escuela pública”. ¡Si es que somos unos zoquetes!
Recuerdo un simpático libro, que leí con gusto, titulado Panfleto antipedagógico. Su autor, profesor de izquierda, pero aún no del todo embrutecido por las patochadas filomarxistas afirma lo siguiente:
En comprensión lectora los privados aventajan a los estatales en 37 puntos; en comprensión matemática, lo hacen en 36 y en conocimiento científico son 38 puntos. Sin llegar a esas diferencias en casi todos los países se dan ventajas apreciables de los privados sobre los estatales: Suecia, 35 puntos; Chile, 36; Portugal, 28; Alemania, 18; Corea del Sur, 16 y Finlandia, 7.
El informa PISA tiene que reconocer que “en todas las comunidades autónomas españolas los centros privados obtienen una puntuación superior a los centros públicos. Las diferencias oscilan entre los 15 puntos de la Rioja y los ¡59 de Canarias!” (las exclamaciones son mías).
¿Cómo explicar esas desigualdades entre tipos de centros? ¿Los centros privados ofrecen una mejor calidad educativa que los centros estatales? ¡De ningún modo! ¿Qué nos hemos creído? PISA nos ilumina: “Las diferencias entre los alumnos de los dos tipos de centro en función de su titularidad pueden ser explicadas por la influencia del nivel socioeconómico y cultural de sus familias”. Como los ricos llevan a sus hijos a los centros privados (en España, la gran mayoría son concertados) y los ricos son más cultos y tienen más medios, entonces… tienen mejores niveles académicos los colegios privados. ¡Acabáramos!
Y es que el aire gélido del marxismo se nos cuela por donde menos lo esperamos. Como la cosa tiene que tener aire de ciencia, el informe PISA inventa un índice estadístico de “estatus social, económico y cultural” (ESC) gracias al cual se puede “corregir” la desigualdad derivada de la clase social –expresión que los autores evitan cuidadosamente- para así saber mejor el nivel real de conocimiento. Yo propondría para próximas ediciones un índice de “autoridad del profesor y respeto al estudio” (APRE) o un índice de “compromiso familiar con la educación de los hijos” (CFEH). Una vez corregidos convenientemente los datos, los autores respiran con algo de alivio: en España la diferencia en comprensión lectora es sólo de …¡19 puntos! Así, el informe termina: “Esta circunstancia no es seguramente bien conocida y valorada por las familias y el conjunto de la sociedad española, particularmente cuando se valora el rendimiento de la escuela pública”. ¡Si es que somos unos zoquetes!
Recuerdo un simpático libro, que leí con gusto, titulado Panfleto antipedagógico. Su autor, profesor de izquierda, pero aún no del todo embrutecido por las patochadas filomarxistas afirma lo siguiente:
“…es rigurosamente falso que los hijos de padres menos cultivados sean peores estudiantes que los demás. Mi primer destino, a finales de la década de los setenta, fue un pequeño pueblo costero, y puedo asegurar que la mayoría de mis mejores alumnos procedían de familias de marineros. Y las condiciones en que tenían que estudiar eran bastante peores que las que existen hoy. Los medios que había en las aulas eran más precarios, y algunos de ellos tenían que venir desde veinte o más kilómetros de distancia, porque había menos institutos que en la actualidad. Muchos de ellos son ahora abogados, médicos y profesores”.
La única explicación real que se me ocurre para entender este monumental desnivel de conocimientos entre ambos tipos de centros es indagar qué ocurre en unos centros y qué no ocurre en los otros, y a la inversa; es decir, la explicación se halla en lo que se hace o se deja de hacer en los mismos centros educativos. La explicación socioeconómica ignora que en España cualquier familia puede matricular a su hijo en un centro privado-concertado, puesto que todos tienen el mismo derecho a ello. En España la admisión de alumnos es controlada por las administraciones autonómicas y no por los centros.
Así pues, qué pasa en los centros privados (la gran mayoría concertados) que hace que en ellos se aprenda más y mejor. Escribo a continuación un listado de notas distintivas, que hace en general a los centros privados mucho mejores que los estatales. El lector podrá añadir otras tantas y matizar lo que quiera. Por supuesto, todo ello desde un punto de vista muy general y dejando claro que hay muy buenos colegios e institutos estatales.
1. Un proyecto educativo bien definido que compromete a todo el centro, en especial a sus docentes. Ha sido patético el burdo remedo de ideario privado que se ha hecho en los centros propiedad del Estado. Desde hace años nos hemos visto obligados en los centros del Estado a realizar proyectos educativos que, por definición, eran imposibles de asumir por la diversidad de pareceres en el claustro de profesores, la inestabilidad laboral del propio claustro, etc. En un centro privado, en cambio, si se realiza lo que se propone, el centro tiene un estilo perfectamente reconocible desde el cual encarar la tarea educativa.
2. Estabilidad del profesorado. Frente a los centros estatales, los privados poseen una plantilla de profesores que apenas se renueva: los padres saben muy bien qué profesor le dará clase a su hijo, lo conoce, lo ha visto años anteriores, etc. Esto permite al centro tener un conjunto de trabajadores que pueda adherirse a un proyecto realmente común y seguido por todos, empezando por la dirección del centro. Nada de esto se suele dar en los centros estatales.
3. Un ambiente verdaderamente educativo, de trabajo, que tampoco suele darse en los centros estatales. Este ambiente de trabajo incluye al menos las siguientes características. La primera, un mayor respeto a la autoridad del profesor; en segundo lugar, un mayor control de la dirección sobre el trabajo docente y, finalmente, la garantía de un suficiente orden en las aulas y en las instalaciones.
4. Un mayor compromiso de las familias con la educación de los hijos. El compromiso educativo de los padres sobre los hijos nada tiene que ver con la cuenta corriente ni con el número de libros que hay en casa. Los pobres también se preocupan por sus hijos. Esa preocupación es lo que ayuda a progresar educativamente; si hay dinero o libros, mejor, pero no es lo definitivo. Cualquier profesor lo sabe.
Éstos son sólo algunos de los elementos que se dan en muchos centros privados que los hacen mejores que la mayoría de los del Estado. Colegios privados, cuyos profesores cobran mucho menos y trabajan mucho más; colegios que tienen que hacer milagros económicos para poder subsistir, pues el concierto no paga ni la mitad del puesto escolar; centros mal dotados, con instalaciones muchas veces muy necesitadas de reformas que nunca llegan. Centros que, no obstante, los padres españoles eligen porque quieren lo mejor para sus hijos.
Así pues, qué pasa en los centros privados (la gran mayoría concertados) que hace que en ellos se aprenda más y mejor. Escribo a continuación un listado de notas distintivas, que hace en general a los centros privados mucho mejores que los estatales. El lector podrá añadir otras tantas y matizar lo que quiera. Por supuesto, todo ello desde un punto de vista muy general y dejando claro que hay muy buenos colegios e institutos estatales.
1. Un proyecto educativo bien definido que compromete a todo el centro, en especial a sus docentes. Ha sido patético el burdo remedo de ideario privado que se ha hecho en los centros propiedad del Estado. Desde hace años nos hemos visto obligados en los centros del Estado a realizar proyectos educativos que, por definición, eran imposibles de asumir por la diversidad de pareceres en el claustro de profesores, la inestabilidad laboral del propio claustro, etc. En un centro privado, en cambio, si se realiza lo que se propone, el centro tiene un estilo perfectamente reconocible desde el cual encarar la tarea educativa.
2. Estabilidad del profesorado. Frente a los centros estatales, los privados poseen una plantilla de profesores que apenas se renueva: los padres saben muy bien qué profesor le dará clase a su hijo, lo conoce, lo ha visto años anteriores, etc. Esto permite al centro tener un conjunto de trabajadores que pueda adherirse a un proyecto realmente común y seguido por todos, empezando por la dirección del centro. Nada de esto se suele dar en los centros estatales.
3. Un ambiente verdaderamente educativo, de trabajo, que tampoco suele darse en los centros estatales. Este ambiente de trabajo incluye al menos las siguientes características. La primera, un mayor respeto a la autoridad del profesor; en segundo lugar, un mayor control de la dirección sobre el trabajo docente y, finalmente, la garantía de un suficiente orden en las aulas y en las instalaciones.
4. Un mayor compromiso de las familias con la educación de los hijos. El compromiso educativo de los padres sobre los hijos nada tiene que ver con la cuenta corriente ni con el número de libros que hay en casa. Los pobres también se preocupan por sus hijos. Esa preocupación es lo que ayuda a progresar educativamente; si hay dinero o libros, mejor, pero no es lo definitivo. Cualquier profesor lo sabe.
Éstos son sólo algunos de los elementos que se dan en muchos centros privados que los hacen mejores que la mayoría de los del Estado. Colegios privados, cuyos profesores cobran mucho menos y trabajan mucho más; colegios que tienen que hacer milagros económicos para poder subsistir, pues el concierto no paga ni la mitad del puesto escolar; centros mal dotados, con instalaciones muchas veces muy necesitadas de reformas que nunca llegan. Centros que, no obstante, los padres españoles eligen porque quieren lo mejor para sus hijos.
Fuente: Análisis Digital.
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