miércoles, 13 de abril de 2011

Educación en España

Por Óscar Elía.
  
Tres crisis históricas, intelectual una, política otra y económica la tercera, han afectado a la izquierda occidental. La intelectual, a finales de los años sesenta del pasado siglo, cuando sustituyó la racionalidad marxista por la vulgata progresista-posmoderna, la ecologista, feminista o islamofílica. La política, con la caída del Muro de Berlín y el desmoronamiento del paraíso socialista, cuando mostró su incapacidad para construir una alternativa a la democracia liberal. La económica en 2008, con la hipertrofia del Estado de bienestar, y el fracaso de la socialdemocracia y el gasto público. En otros países, estas crisis han supuesto el descrédito progresista. En España no. Es el único país de nuestro entorno donde el partido de la derecha, incapaz de cantar victoria, aún acude cabizbajo a la izquierda en busca de legitimidad política y social. ¿Cómo es posible? Es la educación: en España está enferma de dos males relacionados: la bajísima calidad y el altísimo adoctrinamiento, fruto de la ideologización izquierdista del sistema educativo. Este genera mentes progresistas a escala industrial.
  
Una sociedad educada en el relativismo intelectual y en el subjetivismo moral es incapaz de distinguir el bien del mal, lo justo de lo injusto, la verdad de la mentira. Alérgica al rigor, la razón, al esfuerzo o la excelencia; embrutecida escolarmente por la LOGSE o la LOE; y rebajada a la animalidad lúdica de Sálvame, La Noria, o Física y química, no extraña que la sociedad española aún mantenga en alta estima la ideología progresista, que por sus fracasos debiera estar arrinconada al fondo del trastero de la historia y la sociedad.
  
Por eso tiene razón Granados: cuanta más educación tengan los jóvenes, menos votarán al PSOE. El problema es que exigirán también al PP menos centrismo y más valores. Que es lo que parece que da pánico a sus responsables, cuando anuncian, cabizbajos ante la izquierda, que no derogaran Educación para la ciudadanía.
   
Fuente: La Gaceta.

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