martes, 9 de agosto de 2011

Incluso cuando el PP acierta, se equivoca

Por Bruno Moreno.
  
Leo hoy en InfoCatólica unas declaraciones de Mariano Rajoy en las que, entre otras propuestas para el futuro, reitera su deseo de acabar con la malhadada Educación para la Ciudadanía. No podría estar más de acuerdo en que es necesario acabar con lo que, desgraciadamente, viene a ser una educación para el sectarismo más vergonzoso. Basta leer algunos libros de la asignatura para entender que es la herramienta perfecta para que una serie de asociaciones con ideologías inaceptables, activistas anticristianos y profetas de lo políticamente correcto eduquen a los hijos contra la voluntad de sus padres. Y todo ello ante la pasividad de la mayoría y, tristemente, también de nuestros obispos. Sólo un puñado de padres, verdaderos cristianos con todas las letras, han sido capaces de oponerse en serio a este despropósito. Con bastantes incomodidades y persecuciones, me consta.
 
¿Deberíamos felicitar al PP por ponerse de parte de los débiles en este caso, que son los padres que defienden su derecho a educar a sus hijos? Me temo que no. O al menos, no mucho. Como sucede en otros temas, incluso cuando el PP acierta de hecho, se equivoca hasta el fondo en las razones en las que basa su postura. Leer a Rajoy explicando las razones por las que hay que acabar con la Educación para la Ciudadanía es como leer un discurso de Stalin hablando de la importancia de la escuela para hacer buenos comunistas de los niños y niñas de la URSS: uno coincide en que la escuela es importante, pero preferiría no tener ese tipo de aliados en su defensa.
 
Parece ser que el actual “líder” de la “oposición” ha afirmado que “la Educación para la Ciudadanía tal y como está concebida es algo que no tiene mucho sentido, sobre todo cuando hay cosas más importantes“. Es decir, pásmense ustedes, su rechazo a la Educación para la Ciudadanía se basa en la falta de importancia de los temas polémicos que contiene la misma, como el matrimonio, la religión, la ética, la familia, la verdad, el aborto… Increíble. ¿Qué cosas tan importantes son esas que, en opinión del intrépido líder político, reducen hasta la insignificancia la relevancia de esos asuntos fundamentales para el ser humano? Uno está tentado de pensar que la respuesta sólo puede ser una: el dinero. Muy adornado con términos socioeconómicos y espolvoreado con una buena dosis de esa imitación de la libertad que es el liberalismo, pero el mismo ídolo feo y contrahecho de siempre, Mammón, el dios dinero.
 
Quizás la falta de habilidad argumentativa de D. Mariano le haya hecho cometer uno de los peores deslices para un político: decir lo que realmente piensa sobre algo. No es, sin embargo, el único que lo piensa, ni mucho menos. En Estados Unidos, multitud de declaraciones de políticos de todo signo hablan de que lo que hay que hacer en este momento es centrarse en lo verdaderamente importante (es decir, la crisis económica) y olvidar por el momento las cuestiones que dividen a la sociedad norteamericana (como, por ejemplo, el aborto). Aquí en España, las voces que defienden esto aún no suenan con tanta fuerza, pero apostaría sin miedo a equivocarme a que es lo que piensa la inmensa mayoría de los políticos y, poco a poco, irán dejándolo claro. Como acaba de hacer Rajoy.
 
No sé qué es peor, creer que la verdad, la ética, el matrimonio, Dios o la religión apenas tienen importancia en comparación con el dinero o considerarlos importantes porque se desea acabar con ellos. Dudo que haya mucha diferencia fundamental entre ambas opciones, pero si forzosamente tuviera que elegir, diría que la segunda postura es más humana y más digna. Es una postura totalmente equivocada y enraizada, en muchos casos, en odios irracionales, pero al menos se eleva un tanto por encima de la inhumanidad que supone la adoración desvergonzada del dinero sobre todas las cosas. La avaricia, a fin de cuentas, es la raíz de todos los males.
 
En cuanto a las causas de ambas posturas, a mi entender, se trata de dos caras de la misma moneda: el olvido de que el hombre es un ser espiritual, sujeto a leyes que ningún gobierno puede cambiar y con aspiraciones que trascienden infinitamente la economía. Quiera Dios que los católicos, en lugar de quedarnos en alianzas circunstanciales y poco recomendables, sepamos ir más allá y defender sin complejos ante el mundo que Dios sigue teniendo algo que decir a España hoy.
 
Fuente: Infocatólica.

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