jueves, 24 de marzo de 2011

Bajo el signo de la libertad

Reacciones ante la sentencia definitiva del Tribunal de Estrasburgo sobre el Crucifijo.
 
La Gran Sala del Tribunal de Estrasburgo, reconoció, la semana pasada, que la presencia del Crucifijo en las aulas de los colegios públicos no resulta contraria a los Derechos Humanos. Por una vez, los derechos de Dios han prevalecido; y, con ellos, los del propio hombre.
 
Son 51 folios que se resuelven en apenas un par de frases: No ha habido ninguna violación del artículo 2 del Protocolo 1, y no se plantea una cuestión separada, en virtud del artículo 9 de la Convención; y No hay motivo para examinar la queja en virtud del artículo 14 del Convenio. En resumidas cuentas, la sentencia europea más esperada de los últimos meses concluye que la presencia del Crucifijo en el aula de un colegio público no atenta contra los derechos de nadie.
  
Don Javier Borrego, ex-juez del Tribunal de Estrasburgo y buen conocedor del trabajo que se ha hecho en estos últimos meses para defender la causa del Crucifijo en el caso Lautsi contra Italia, afirma que «ha sido un éxito de la sociedad civil y de los Estados que se han personado como parte en el proceso». Y señala que es una sentencia histórica, porque «no es normal que una sentencia unánime de una sección del Tribunal sea revocada por una sentencia casi unánime de la gran sala. Se trata de algo excepcional y muy llamativo». Para don Javier Borrego, la clave de la resolución del Tribunal está en concluir que «de la percepción subjetiva de una persona que alega horror y espanto ante al Crucifijo no se sigue necesariamente que haya una violación del Convenio europeo de Derechos Humanos»; además de ello, la Gran Sala del Tribunal ha valorado que «el Crucifijo tiene un contenido religioso, pero también una gran carga cultural dentro de la tradición europea. Se nota que el Tribunal estaba muy preocupado por su credibilidad, porque la sentencia está muy bien redactada».
 
Una victoria de Europa
 
Uno de los artífices del resultado final de esta batalla es don Gregor Puppinck, director del European Centre for Law and Justice (ECLJ), que se personó como tercera parte en el proceso. Asegura que «ha sido una gran victoria para Europa. Ésta ha sido una decisión más favorable para Europa que para el crucifijo; Europa habría negado su identidad si hubiera intentado suprimir el cristianismo en nombre de los derechos humanos». Asimismo, afirma que el éxito de esta resolución se debe a «una acción colectiva sin precedentes, en la que más de veinte países han tomado una posición pública a favor de la presencia pública del símbolo de Cristo en el espacio público europeo. Así, se ha puesto de manifiesto el hecho fundamental de que el cristianismo es el corazón de la unidad europea. Observando la presencia visible del cristianismo en la sociedad, el Tribunal ha contribuido a fortalecer la unidad de la cultura europea».
  
El jurista judío estadounidense Joseph Weiler, quien también ha formado parte del proceso como experto de parte de los Estados a favor del Crucifijo, y creador de la expresión cristianofobia, ha declarado que «el caso de Europa es especial, ya que garantiza a nivel privado tanto la libertad de religión como la libertad con respecto a la religión, y no obliga a sus diversos pueblos a repudiar en sus espacios públicos lo que para muchos es una parte importante de su historia e identidad, algo reconocido incluso por aquellos que no comparten la misma religión o ninguna religión en absoluto». Desde la perspectiva de quien no pertenece a la Iglesia, observa que «católicos, judíos, musulmanes y, por supuesto, los muchos ciudadanos que no profesan ninguna fe religiosa, pueden sentirse totalmente en casa, jugar un papel pleno en la vida pública, no menos que nadie. Europa es un modelo para el mundo, y puede estar orgullosa».
  
Massimo Introvigne, observador de la OSCE contra la cristianofobia, afirma con rotundidad que la sentencia de Estrasburgo «es una victoria de la libertad religiosa. El recurso del Gobierno italiano ante la Gran Cámara es una victoria histórica, también porque es la primera vez que una decisión en materia religiosa alcanza tanta unanimidad. Es algo que no había pasado nunca. Al mismo tiempo, se reconoce que el crucifijo no constituye en la escuela pública un método de adoctrinamiento o proselitismo. Todo esto supone una fuerte revalorización de la libertad religiosa, y una constatación de que el crucifijo es el símbolo de las raíces cristianas de Europa».
 
Símbolo de cohesión
 
Y el vicepresidente del Parlamento Europeo, el eurodiputado italiano don Mario Mauro, concluye que «el Tribunal de Estrasburgo ha resuelto un caso que estaba fundamentado en una profunda injusticia. El viento en Europa está cambiando a favor de la toma de conciencia y del redescubrimiento de su identidad y de sus raíces cristianas. El Crucifijo representa un símbolo religioso, cultural e identitario que no tiene carácter coercitivo alguno; es un símbolo de cohesión en una sociedad como la europea, que no puede prescindir de su tradición cristiana». Con esta sentencia, «no ha vencido una exhibición identitaria sostenida por la ideología de turno. Ha quedado evidencia de un proyecto que, innegablemente, ha permitido vivir en paz y libertad a los ciudadanos europeos en los últimos 60 años. El crucifijo simboliza una posibilidad de libertad para todos, en primer lugar para aquellos que no creen en Dios».
  
Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo.
  
Fuente: Alfa y Omega.

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