viernes, 25 de marzo de 2011

Mentiras, muchas y muy gordas

Por Vicente Morro López, Secretario de Concapa-Valencia.
 
Te pido perdón, amable lector. El título de este artículo, haciendo un juego de palabras con el de una película española, está pensado deliberadamente para captar tu atención. Es verdad que se ajusta a la realidad, pero también lo es que otros títulos posibles –“Datos, datos y datos”, “Evidencias contra prejuicios” o “Campañas irresponsables”– reflejarían incluso mejor el contenido y propósito de lo que vas a leer.
 
Mi intención es denunciar la actitud de quienes ponen en práctica el principio de ‘no dejes que la realidad te estropee un prejuicio’. Hablo de aquellas situaciones en que los tópicos, las ideas preconcebidas, los prejuicios ideológicos –formulados generalmente en forma de slogan–, no quieren ceder ante las evidencias científicas, el análisis racional de los hechos concretos y los datos tozudamente objetivos. Voy a referirme específicamente a una cuestión muy actual: la educación afectivo-sexual y el valor de la vida humana.
 
Después de la imposición del dogmatismo adoctrinador de una visión particular de la vida y la sociedad a través de las asignaturas de “Educación para la Ciudadanía”, establecidas por la LOE y que pretendían instaurar como única ética posible la particular de un grupo ideológico, asistimos ahora a la pretensión de establecer una igualmente única visión válida de la sexualidad humana y de su enseñanza, mediante algunas prescripciones de la ley del aborto. Este ya viejo programa, pues no se puede calificar con justicia de ‘nuevo’, ha dado rango legal al voluntarismo –de los promotores, claro, pues para el resto de los ciudadanos era sólo imposición y presión– de las antiguas campañas de promoción de determinadas visiones y prácticas de la sexualidad, centradas siempre exclusivamente en el uso del preservativo y otros medios contraceptivos y en una visión que desvincula la práctica sexual de la relación afectiva o amorosa. Para conseguir inculcar esta visión en la conciencia de la sociedad era necesario recurrir a la falsedad, la manipulación y el slogan simplificador, pues al basarse en una visión antropológica incorrecta no podía recurrirse a la ciencia o a la razón. Por eso en el título hablo de mentiras, muchas y gordas.
 
Una de ellas es que la educación sexual que se pretende imponer desde esa supuesta neutralidad impedirá el incremento de la incidencia de enfermedades de transmisión sexual y del número de abortos y aumentará, al mismo tiempo, la libertad de los jóvenes al acostumbrarlos a una práctica segura del sexo. Ambas propuestas son falsas: las evidencias científicas y estadísticas lo demuestran.
 
El programa de Naciones Unidas para el VIH/sida, ONUSIDA, en sus últimos informes ya reconoce que no se puede hablar de ‘sexo seguro’, desterrando los mitos de la efectividad absoluta del preservativo en la prevención de la transmisión de enfermedades y en evitar embarazos, sino que debería hablarse de “sexo más seguro” dados los elevados porcentajes de fallo. Después de decenas de campañas, parece que ya han empezado a darse cuenta, parcialmente, de los errores cometidos. Incluso la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, en su Recomendación 1959 del pasado 28 de enero, acaba de atreverse a reconocer que se debe “promover una educación sexual integral de la salud, incluida la abstinencia, para prevenir la propagación de enfermedades de transmisión sexual” (Apartado 9.5).
 
La Universidad de Harvard también se ha pronunciado en este sentido al menos en dos ocasiones. En 2009, Edward Green, máximo experto en sida de esa universidad, afirmó que “no podemos asociar mayor uso de preservativos con una menor tasa de sida”. Más recientemente un nuevo estudio ha dado la razón a la posición de Benedicto XVI sobre el preservativo y el sida, afirmando que un comportamiento sexual más responsable y la fidelidad han sido factores que han contribuido al descenso del sida en Zimbawe, según la última investigación de Daniel Halperin, del Departamento para la Salud Global y la Población. Nuestros progresistas patrios se carcajean de quienes proponemos una visión integral y humanizadora de la sexualidad hablando con naturalidad de abstinencia, castidad, responsabilidad o pudor, mientras los organismos e instituciones internacionales dejan en evidencia que son ellos los que están fuera de la razón, y de la realidad, debido a sus antiguos prejuicios y obsesiones.
 
Tampoco es cierto que esas reiteradas campañas hayan servido para reducir el número de embarazos no deseados y de abortos, especialmente entre las adolescentes. Tenemos la experiencia de Reino Unido y, sobre todo, de Francia (Informe IGAS, febrero 2010), con estudios que demuestran la ineficacia de estas campañas ideológicas. También en España hay multitud de estudios que lo acreditan, como los de los doctores Jokin de Irala o José Jara y Esmeralda Alonso.
   
Mienten, de nuevo, al decir que el pasado año disminuyeron los abortos en España. La venta libre de la píldora del día después, lejos de disminuirlos, los ha aumentado, debido a sus efectos potencialmente abortivos en muchos casos –sobre esto hay un artículo muy interesante del Dr. Justo Aznar–. La realidad es que los abortos químicos no entran en el cómputo de los abortos quirúrgicos. Además, a esto se añade ahora el inicio del experimento de la dispensación en Cataluña de la RU-486 en ambulatorios. La razón, interpretando las series estadísticas y los datos de la realidad, nos dice que el número de abortos en España va a crecer enormemente en los próximos años, si no somos capaces de forzar un cambio en la legislación. Para eso, además de para otras cosas menos trascendentes, están las urnas.
 

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