Por José Sáez.
La razón me dicta que la intención de sustituir la EpC por una
educación cívica sobre valores constitucionales e instituciones,
declarada por el PP en su programa,
debe ser tomada con prudencia y no sólo con alegre esperanza. Habrá que
esperar a los hechos, tras las elecciones que supuestamente ganarán los
populares, para hacer una valoración definitiva. Perfecto. Pero mi
esfera emocional no entiende de frenos razonables y estoy desde ayer
contento como unas pascuas. Cuando leí la parte del programa dedicado a
la educación, su mejor capítulo junto con el dedicado a la economía, no
daba crédito a mis ojos y de ellos resbalaron enseguida unas
lagrimillas: por fin se vislumbra el final de la pesadilla de la EpC.
Para comprender la emoción que siento, hay que ponerse en la piel de
un padre objetor que, además, ha contribuido como ha podido, también
como profesional de la educación, a la causa del movimiento objetor. Han
sido casi 5 años de lucha de decenas de miles de padres y profesionales
voluntarios, una guerra sin cuartel en múltiples frentes, a cada cual
más duro: en los medios de comunicación, en las administraciones
públicas, en los juzgados y tribunales y, sobre todo, en los colegios.
Es en estos últimos donde nuestros hijos se han batido el cobre
negándose a entrar en las clases en medio de vejaciones, burlas y
presiones a veces insoportables de sus compañeros e incluso de algunos
profesores.
La historia recordará a estos chicos y chicas
que han sido, junto a sus padres, un ejemplo de ciudadanía activa y
responsable, de entereza ante las dificultades y de lucha por los
principios y valores democráticos. Hoy, nuestra inmadura democracia es
más democracia y más madura gracias a todos ellos. Naturalmente, hay que
agradecer al PP que al final se haya decidido a poner con claridad y en
programa la reversión de alguna de las tropelías socialistas. Ojalá
hiciera lo mismo con la ley del aborto, el divorcio exprés, el
matrimonio homosexual y otros muchos dislates socialistas. Decía que hay
que agradecérselo a los populares. Pero más aún a los que han sido los
protagonistas del combate a pie de calle y escuela.
Sabemos que el PP, cuando quiere, sabe defender unos valores de hondo
calado, pero sabemos también que, sin la presión a que le hemos
sometido el movimiento objetor, dándole la cascarra por activa y por
pasiva para que fulmine ese maldito grupo de asignaturas, tal extremo no
iría hoy en su programa. Considero, modestia aparte y sin tapujos, que
nos encontramos ante uno de los más importantes éxitos de la
participación social de la historia de nuestra democracia. La
movilización ciudadana que ha supuesto el movimiento objetor ha sido
algo sin precedentes en nuestro país. Más de 50.000 objeciones de
conciencia presentadas ante las administraciones educativas parecía algo
impensable.
Lo mismo digo de la rápida y gigantesca movilización asociativa, que
reunió a padres y profesionales voluntarios en centenares de
asociaciones y plataformas por todo lo largo y ancho de la geografía
española. Deseo destacar aquí con cariño a la asociación en la que yo he
colaborado y luchado, en la que tantos intrépidos amigos han luchado
con nosotros y por nosotros sin cobrar un duro: Valencia Educa en
Libertad (VAEL).
Cómo olvidar las reuniones casi “secretas” con unos refrescos
calientes, millones de ideas que compartir y una ilusión bárbara por
hacer algo concreto en defensa de nuestros hijos. Cómo olvidar los
encuentros de objetores, las charlas a padres, la redacción de notas de
prensa y artículos…
Una humilde y hermosa epopeya, digna de un cantar de gesta, que ha
demostrado la intachable buena ciudadanía de aquellos que no han querido
doblegarse ante la bota totalitaria de esta Educación para la
Ciudadanía, sectaria y adoctrinadora, creada por el zapaterismo. Una
batalla a la que no todos han querido sumarse con idéntica valentía, en
especial alguna entidad que creíamos por definición cercana y amiga, a
la que no nombraré y a la que sólo a Dios corresponde juzgar. Una lucha
que también ha conseguido aunar algunas asociaciones que al principio
parecía imposible que caminaran juntas. Un notable esfuerzo de muchas
personas y muchos años, que finalmente deja entrever sus frutos.
A mi familia ya no le afecta directamente nada de esto. Mis hijos,
todos ellos, ya están fuera de los niveles educativos donde se imparte
la EpC. El que fue objetor y estuvo casi un curso entero sin entrar a
las clases de Filosofía y Ciudadanía en Bachillerato, ya está en segundo
de su carrera universitaria. El diario completo de
todo lo que ocurrió con su objeción de conciencia está guardado en el
archivo de este blog. No fue un camino fácil, pero sí decisivo en su
educación, ya que aprendió en vivo y en directo lo que es la
participación social activa. El otro hijo por el cual objetamos no llegó
a cursar la EpC porque pasó a ciclos de formación profesional. Aún así,
el fin de la EpC será una fabulosa noticia para nosotros.
Será una fantástica noticia porque supondrá el fin de una pesadilla;
porque coronará con el laurel de la victoria a los chicos y chicas que
tanto han sufrido por culpa de este capricho de Zapatero; porque será la
recompensa definitiva a los esfuerzos de los padres y de los
profesionales que tanto les han apoyado; porque demostrará que la
participación social de base es posible y eficaz cuando de una causa
justa se trata; porque nos hará sentir que tanto trabajo no ha sido en
vano, porque las cosas apuntan a que no todo está perdido en política y a
que no todos los políticos son iguales; porque la puñetera EpC se nos
había atragantado ya de una forma que se había hecho insoportable.
Ahora sólo resta esperar a las elecciones y, si gana el Partido
Popular, darle la cascarra a Rajoy para que cumpla pronto y bien el
compromiso adquirido en su programa. Espero que el próximo curso escolar
la EpC ya sea historia. Si no, nos veremos las caras, D. Mariano. Es
muy importante también que el PP tenga mucho cuidado en el diseño de esa
nueva “educación cívica”
que sustituirá a la EpC. Es de esperar que no se convierta en un nuevo
intento adoctrinador, aunque sea de otro signo. Estaremos vigilando, Sr.
Rajoy, eso ni lo dude, porque no queremos imposiciones ideológicas de
nadie, ni de la izquierda, ni de la derecha, ni del centro. Gracias, Sr.
Rajoy, y suerte el 20-N. Esperamos mucho de usted.
Fuente: Blog de José Sáez.
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