sábado, 9 de julio de 2011

Como si los maltratadores no supieran lo que hacen...

Por Padre Objetor.
  
Llevamos una década convencidos de que las malas acciones son consecuencia de la falta de información. De ahí la acumulación de asignaturas y temáticas de lo más variopintas que el Estado introduce como remedio para atajar los comportamientos indeseables. Educación para la Ciudadanía, educación sexual, educación vial, educación para el consumo responsable, educación contra la ‘violencia de género’, y así hasta que no quepa una sola hora de matemáticas o lengua en el horario escolar.
   
Y es que hasta los presuntamente más sesudos caen en este intelectualismo que le costó a Platón el puesto de gobernante hace dos mil quinientos años:
Otro de los aspectos positivos que se desprenden del informe es que la formación en violencia de género es el instrumento más efectivo para combatir esos mitos tan extendidos y que tanto daño hacen a la lucha contra esta lacra. Según Victoria Ferrer, los alumnos que anteriormente habían tratado esta materia tenían un conocimiento mucho más amplio y ajustado a la realidad.
Un estudio revela que las falsas creencias populares perduran en la universidadLa Vanguardia, 30/06/2011
Vamos a ver, almas de cántaro, ¿es que cuando uno pega a una mujer o a un hombre no sabe que obra mal?; ¿es que cuando se emborracha o consume drogas no sabe que actúa mal?; ¿es que quien devora en los recreos bollería industrial no sabe que es malo para su salud?; ¿y el que fuma?...
  
Aquí todo parece que se arregla informando, explicando lo mala que es una conducta o sus consecuencias. Y claro, las estadísticas delictivas, de abortos, de SIDA, violencia doméstica o consumo de drogas marcan máximos históricos cada vez que se realizan.
  
¿Nadie recuerda, a estas alturas de progreso, que las personas no somos seres angélicos y, además de la inteligencia para advertir el bien o el mal que entraña la acción, necesitamos de la voluntad para acometerla o evitarla?
  
¡Ah! pero educar (‘formar’) la voluntad es trabajoso, requiere de una repetición de actos, de una fuerza (virtus) que no se adquiere en clase por el mero hecho de que se repita a los alumnos machaconamente que esto o aquello es malo. Educar la voluntad exige esfuerzo, superación, sacrificio… una metodología que hoy en día es difícil de vender frente a la facilidad del ‘léase este folleto o lleve un preservativo en el bolsillo y a vivir, que son dos días’…
  
¿Son tontos los pedagogos? Fíjese el lector que la doctora Ferrer concluye una mera petición de principio (‘los alumnos que anteriormente habían tratado esta materia tenían un conocimiento mucho más amplio y ajustado a la realidad’) pero no afirma que sean capaces de resistir el impulso a ejercer la violencia, llegado el caso. No: no son tontos, pero tampoco quieren hacerse antipáticos a un poder que busca soluciones fáciles y efectistas.
  
Ya va siendo hora de que alguien advierta que el Rey cabalga desnudo...

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