Por Pedro A. Mejías.
El ministro de Educación ha anunciado la
derogación de la asignatura ideologizante de Educación para la
Ciudadanía y su sustitución por otra que enseñe solo Constitución y
valores democráticos.
Muchos lo estábamos ansiando. Otros habían perdido ya toda esperanza… Había sido una lucha dura, exponiendo a nuestros propios hijos. Habíamos objetado, informado, nos habíamos coordinado. Habíamos recurrido a la justicia… Y todo guiado por un motivo: el deber sagrado de educar según las propias convicciones a nuestros hijos, no dejando que el Estado usurpara ese deber y ese derecho.
Habíamos luchado por nuestra fe, nuestras convicciones y nuestra libertad. Sin todo eso, es seguro que Educación para la Ciudadanía habría sido admitida sin problema por una sociedad acostumbrada a recibir acríticamente lo que el Papá-Estado les suministre.
La mayoría compartíamos una misma fe. Otros no, pero creían en valores básicos como la familia y la libertad de educación. Para muchos de nosotros, ésta ha sido una victoria de Jesucristo, no nuestra. Él nos iba impulsando, asociando y alentando, abriendo caminos.
Quiero recordar ahora a los niños que han sido vituperados y señalados (¿recordamos la publicación de sus nombres en el BOJA?), perseguidos al fin y al cabo, por negarse a recibir esas ideas. Algunos fueron suspendidos. La mayoría, incomprendidos por otros compañeros o profesores.
Y también a los padres, a las madres que dedicaron sus esfuerzos a esta lucha. Y sobre todo a tantos de ellos que pasaron noches sin dormir, que acudieron pacientemente al colegio de sus hijos a explicar sus razones, que recibieron las críticas e incluso el desprecio por parte de algunos profesores y directores, no todos, por supuesto. Todo eso merecía la pena. Gracias a ellos, se va a derogar esa asignatura, se nos va a librar de este “catecismo del buen socialista”, como la llamó el actual presidente del Gobierno.
De esta batalla hemos obtenido frutos más permanentes, más allá de la propia derogación de la asignatura:
Primero, valorar el derecho de los padres a educar a sus hijos en conciencia. Darle importancia a los temas educativos, estando pendiente de lo que les enseñan. Ahora, por ejemplo, nos toca vigilar los planes de educación sexual programados por los ayuntamientos, con más que evidentes contenidos de ideología de género, y ello aunque esos ayuntamientos sean gobernados por el Partido Popular…
Segundo, la necesidad de asociarse para defender a la familia. No somos francotiradores. Se han creado verdaderas amistades. Yo personalmente he conocido gente con unos valores y carismas estupendos. La fuerza del asociacionismo de los ciudadanos activos puede mover a los políticos, como se ha comprobado en EpC y en la revisión de la ley del aborto, también anunciada estos días.
Y tercero, la prueba de que dar testimonio en la sociedad, en las estructuras públicas, de nuestro pensamiento y valores, sin miedo ni complejos, saliendo de las sacristías a las que nos quieren recluir los laicistas, adoptando a veces decisiones difíciles, es el camino a seguir. No se trata de proselitismo, sino de auténtica evangelización, insuflando el humanismo cristiano en todo lo público.
En este momento, solo recordar las palabras de un verdadero profeta, monseñor José Ignacio Munilla, escritas en 2008, pero que se cumplen hoy: “Estoy seguro de que Dios bendecirá a estos padres que han decidido declararse en ‘santa rebeldía’ por el bien de sus hijos… Su resistencia activa está escribiendo una de las páginas más bellas de la historia de la lucha por el bien los hijos... Y cuando llegue el día de la victoria –¡que llegará!–, quienes nos hayamos quedado en segunda fila, tal vez hayamos de sentir admiración y agradecimiento; y quizás un poco de rubor y vergüenza…”.
Pedro Antonio Mejías Rodríguez es profesor, padre objetor y portavoz de la Plataforma de Padres Objetores Isleños
Muchos lo estábamos ansiando. Otros habían perdido ya toda esperanza… Había sido una lucha dura, exponiendo a nuestros propios hijos. Habíamos objetado, informado, nos habíamos coordinado. Habíamos recurrido a la justicia… Y todo guiado por un motivo: el deber sagrado de educar según las propias convicciones a nuestros hijos, no dejando que el Estado usurpara ese deber y ese derecho.
Habíamos luchado por nuestra fe, nuestras convicciones y nuestra libertad. Sin todo eso, es seguro que Educación para la Ciudadanía habría sido admitida sin problema por una sociedad acostumbrada a recibir acríticamente lo que el Papá-Estado les suministre.
La mayoría compartíamos una misma fe. Otros no, pero creían en valores básicos como la familia y la libertad de educación. Para muchos de nosotros, ésta ha sido una victoria de Jesucristo, no nuestra. Él nos iba impulsando, asociando y alentando, abriendo caminos.
Quiero recordar ahora a los niños que han sido vituperados y señalados (¿recordamos la publicación de sus nombres en el BOJA?), perseguidos al fin y al cabo, por negarse a recibir esas ideas. Algunos fueron suspendidos. La mayoría, incomprendidos por otros compañeros o profesores.
Y también a los padres, a las madres que dedicaron sus esfuerzos a esta lucha. Y sobre todo a tantos de ellos que pasaron noches sin dormir, que acudieron pacientemente al colegio de sus hijos a explicar sus razones, que recibieron las críticas e incluso el desprecio por parte de algunos profesores y directores, no todos, por supuesto. Todo eso merecía la pena. Gracias a ellos, se va a derogar esa asignatura, se nos va a librar de este “catecismo del buen socialista”, como la llamó el actual presidente del Gobierno.
De esta batalla hemos obtenido frutos más permanentes, más allá de la propia derogación de la asignatura:
Primero, valorar el derecho de los padres a educar a sus hijos en conciencia. Darle importancia a los temas educativos, estando pendiente de lo que les enseñan. Ahora, por ejemplo, nos toca vigilar los planes de educación sexual programados por los ayuntamientos, con más que evidentes contenidos de ideología de género, y ello aunque esos ayuntamientos sean gobernados por el Partido Popular…
Segundo, la necesidad de asociarse para defender a la familia. No somos francotiradores. Se han creado verdaderas amistades. Yo personalmente he conocido gente con unos valores y carismas estupendos. La fuerza del asociacionismo de los ciudadanos activos puede mover a los políticos, como se ha comprobado en EpC y en la revisión de la ley del aborto, también anunciada estos días.
Y tercero, la prueba de que dar testimonio en la sociedad, en las estructuras públicas, de nuestro pensamiento y valores, sin miedo ni complejos, saliendo de las sacristías a las que nos quieren recluir los laicistas, adoptando a veces decisiones difíciles, es el camino a seguir. No se trata de proselitismo, sino de auténtica evangelización, insuflando el humanismo cristiano en todo lo público.
En este momento, solo recordar las palabras de un verdadero profeta, monseñor José Ignacio Munilla, escritas en 2008, pero que se cumplen hoy: “Estoy seguro de que Dios bendecirá a estos padres que han decidido declararse en ‘santa rebeldía’ por el bien de sus hijos… Su resistencia activa está escribiendo una de las páginas más bellas de la historia de la lucha por el bien los hijos... Y cuando llegue el día de la victoria –¡que llegará!–, quienes nos hayamos quedado en segunda fila, tal vez hayamos de sentir admiración y agradecimiento; y quizás un poco de rubor y vergüenza…”.
Pedro Antonio Mejías Rodríguez es profesor, padre objetor y portavoz de la Plataforma de Padres Objetores Isleños
Fuente: Religión en Libertad.
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