Por Francisco Romo.
En estos últimos años se repite continuamente que lo que está detrás de la crisis económica y financiera es una crisis de confianza, es decir, una crisis moral y, si bien es cierto que cada vez más en nuestro mundo cuesta fiarse, los más perspicaces se han preguntado por qué ha sucedido y se han respondido que ello es debido una crisis antropológica. Entonces, ¿desde dónde mirar al hombre?
Señala uno de los teóricos del pragmatismo, Richard Rorty, en su libro Consecuencias del pragmatismo
(1996): "en lo más profundo de nosotros no hay nada que nosotros mismos
no hayamos depositado, ningún criterio que no hayamos creado al dar luz
a una práctica...". No existe nada objetivo que podamos identificar
como propio: el hombre es un producto social, afirma nuestra cultura
dominante y repiten nuestros alumnos como papagayos fruto de la
educación recibida acríticamente durante años que ha provocado que nada
les mueva, ni les entusiasme.
Es la ausencia del reconocimiento del deseo que constituye al hombre lo que ha anestesiado al culto hombre occidental, y si no ¿cómo se puede explicar el fracaso en nuestras sociedades modernas de la pretensión ilustrada de que todo hombre tiende al saber por naturaleza? Si los ilustrados levantaran la cabeza y vieran que la escolarización es total en la vieja Europa y que sin embargo el 80% de nuestros educandos, siendo benévolo en los datos, consideran que la escuela es un peaje, una prisión por la que hay que pasar para un día poder hacer lo que quieras, aunque tampoco se sabe bien el qué. Aquellos ilustrados, amigos del Enciclopedismo, volverían a esconderse dentro de su tumba.
Y en éstas nos encontramos en la perspectiva de un posible cambio en la
educación de nuestro país. Pero, ¿qué cambio? ¿Qué decisiones políticas
podemos esperar que hagan vislumbrar una nueva era para la educación en
nuestro país? ¿Es posible cambiar algo en nuestro sistema educativo con
una perspectiva de mejora real?
En el discurso de investidura como presidente del gobierno, Rajoy señaló como una de las medidas que pretende su gobierno el bachillerato de tres años.
En referencia al tema de bachillerato, creo que el planteamiento que hizo Rajoy de no querer hacer reformas estructurales no fue valiente. En efecto, Rubalcaba sacó la cuestión principal en la respuesta: no se pueden hacer sólo retoques porque desde la LODE y la LOGSE la estructura del sistema educativo y su planteamiento pedagógico tienen una unidad. Si quitas 4º de la ESO y pones bachillerato, se te cae la ESO (y por consiguiente la titulación de la Educación Secundaria Obligatoria). Ese 1º de bachillerato se termina con 16 años, con lo cual la enseñanza obligatoria rompe el principio de igualdad de oportunidades que los socialistas defienden.
Entonces, en primer lugar, o se cambia el sistema educativo LODE Y LOGSE
(lo que permitiría introducir también una nueva formación para el
trabajo) o se introducen pequeños retoques como intentó el gobierno de
Aznar al final de su segunda legislatura con la LOCE (Ley orgánica para
la Calidad de la educación), ley que derogaron los socialista nada más
llegar al poder en 2004, y que introducía posibles itinerarios para los
alumnos desde 3º de la ESO, con algunos otros retoques...
En segundo lugar, el planteamiento educativo que se introducía en la
LOGSE se realiza desde una única metodología, la constructivista, que
pone el acento en la capacidad (radical) constructiva del sujeto frente a
la realidad, sostenido dicho sujeto por la sociedad que a su vez le
construye (véase Bruner, Piaget, Ausubel, Vygotski y compañía).
Pedagogía que ha demostrado su fracaso absoluto en los países que se ha
desarrollado.
Los especialistas en educación en la órbita del PP (Alicia Delibes,
Juaristi, Rupérez, Nasarre...) y otros críticos del constructivismo,
como Barrio Maestre, señalan como necesidad vital para un cambio en la
educación recuperar los contenidos que permitan a nuestros alumnos
crecer en contacto con una realidad que no producimos únicamente
nosotros. Tesis de la que no se siente lejano el mismo Savater,
señalando en su libro El valor de educar (1997) que alguien
tiene que ocuparse de la tarea ingrata de introducir el principio de
realidad y de ser autoridad si queremos que nuestros alumnos crezcan en
libertad. Tenerlo en cuenta haría necesario un cambio estructural del
sistema.
Por último, aunque no se realizara este cambio, haría interesante la
introducción de un tercer año de bachillerato, sin retocar en demasía la
ESO.
Pero aun así, la pregunta que emerge es la que continuamente se plantean
nuestros profesores de universidad: ¿Cómo es posible que vengan tan mal
preparados nuestros alumnos de la Secundaria? De ahí que se vean
obligados a inventarse cursos cero de preparación para los que
llegan a la universidad. O dicho de otro modo, ¿basta con cambiar el
bachillerato y no la estructura y la metodología del sistema educativo
hoy imperante?
No sé si Rajoy se refirió a esta posibilidad de un tercer año de
bachillerato alargando la educación secundaria, no sé si aludía a ello
cuando dijo que en Alemania y otros países europeos tienen más años de
bachillerato, respondiendo a Rubalcaba. Esto podía ser una opción, con
lo que se entraría un año más tarde a la universidad, favorecería una
mayor madurez al llegar (actualmente abandona el curso iniciado en la
universidad el 50% del alumnado).
Lo que está claro en principio es que el nuevo presidente no plantea
cambios profundos en la educación ¿Será una nueva ocasión perdida?
Fuente: Páginas Digital.
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