Por Cristina L. Schlichting.
La educación es la conducción que el maestro realiza del discípulo para
abrirlo a la realidad. Por eso constituye una extraordinaria riqueza.
Nada más contrario a tan noble propósito que establecer de antemano un
corsé ideológico sobre toda realidad. Eso era la asignatura Educación
para la Ciudadanía. Un método para adoctrinar a las masas en los
principios que el Gobierno anterior consideraba los suyos.
A saber, una
concepción materialista y relativista de todas las cosas, que recluía
cualquier otra forma de pensamiento a lo privado y doméstico. Una
definición de la sociedad profundamente estatalista, donde la sociedad
civil se consideraba vicaria de la defensa del bien que encarnaban los
poderes públicos. Y finalmente, una vía para la propaganda de
determinados definiciones del hombre y de su identidad, que el PSOE de
Zapatero adoptó como parte nodal de su discurso: el feminismo
excluyente, la famosa ideología de género y una sexualidad puramente
genital.
La asignatura sustituía el derecho de los padres a educar
libremente a sus hijos en su concepción del ser humano y se empeñaba en
ponerles una nodriza estatal para que se concibiesen autónomos de su
familia y deudores de la ideología y el sistema procedentes del poder.
¿Que a usted se le ocurría apostar por la libertad de mercado? Pues se
le anatematizaba como egoísta y partidario de la injusticia social. ¿Que
consideraba que las administraciones hay que reducirlas al máximo y
potenciar las instancias civiles (asociaciones, sindicatos, iglesias,
fundaciones, etc)? Pues se le apartaba como fomentador de la anarquía
capitalista. ¿Que usted apoyaba la familia? Pues se le significaba como
exluyente hacia otras formas de convivencia. ¿Que usted tenía la osadía
de afirmar que el hombre y la mujer son la expresión natural de la
persona sexuada? Pues se le condenaba por no permitir a cada niño o niña
la libre elección de su género.
Curiosamente, Educación para la
Ciudadanía ha sido el último intento totalitario de cercenar la libertad
para imponer un modelo único de pensamiento. Y revela un enorme temor a
esta libertad de las personas, a la pluralidad. Era un epígono de los
modelos educativos de las dictaduras del siglo pasado. Qué liberación.
Fuente: La Razón.
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