viernes, 10 de junio de 2011

Las verdades del barquero

Por A. Llamas Palacios.
 
Una buena amiga, tras una estancia de varios años en Alemania, se ha vuelto a España. El otro día hablábamos sobre aquellas personas que, en medio de un grupo de amigos en el que se está llegando a un acuerdo, no tienen problemas para imponer su voluntad. Mi amiga me comentaba que, en Alemania, tenían cierta facilidad para pararles los pies a este tipo de personas: «Aquí la gente prefiere criticar esa conducta por detrás; nadie se atreve a decirle a esa persona que se está comportando como una auténtica egoísta».
  
¿Cuántas veces nos frenan el miedo o la pasividad? ¿No podrían estas actitudes convertir a toda una nación en una pandilla de corderos que, viendo que el emperador luce en paños menores, es incapaz de abrir la boca?
  
El pasado día 26 de mayo, el catedrático de Filosofía del Derecho, don Ignacio Sánchez Cámara, publicaba un excelente artículo en ABC, donde exponía el proyecto de ingeniería social al que el Gobierno de Zapatero ha sometido a este país. Su tesis, que comparto, es que el fin de dicho proyecto «es la inversión de la jerarquía natural de los valores, más que su mera disolución». Se trata de la «conformación de la sociedad a la medida de los valores (o contravalores) del Gobierno». Poco a poco, de una forma sibilina, nos hemos tragado unas ruedas de molino de tamaño king-size. Y aquí no pasa nada. Claro que hay voces en contra. Pero, en el día a día, ya se han colado en medio de nosotros barbaridades como que el aborto es un derecho de la mujer.
  
Lo siguiente que me tiene aterrada es el proyecto de Ley de Igualdad de trato y no discriminación. Entre otras muchas propuestas totalitarias, afirma que nada menos que 50.000 niños son invisibles para el Gobierno, así como sus padres, que deben de ser ciudadanos de segunda, ya que su opción personal de educación para sus hijos no es considerada adecuada. Ha declarado doña Leire Pajín que «no se trata de que desaparezcan, sino de no financiar ese tipo de colegios». ¿Todavía tendremos que darle las gracias porque no elimine directamente el sistema de educación diferenciada que tantísimos padres consideran el mejor? Saben perfectamente que esta decisión obligará a establecer una escolaridad mensual de unos 500 euros por niño. ¿Quién puede permitirse eso hoy? ¿No es evidente que ahí está la verdadera discriminación? Los ricos podrán educarse como quieran. Los pobres se conformarán con las migajas, pasadas por el tamiz de la ideología del poder. Eso, sin contar con la cantidad de colegios de educación diferenciada que cerrarán por falta de alumnado.
  
Lo saben perfectamente. La educación es una de sus obsesiones, y arrebatársela a quienes odian más profundamente es su objetivo más perseguido. ¿Por qué no decirlo abiertamente? Ellos abiertamente lo muestran, sin pudor. Como el caradura de la pandilla, ese que impone su voluntad mientras los demás nos quedamos paralizados.
 
Fuente: Alfa y Omega.

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