Por Agustín Domingo Moratalla.
La Consellería de Educación ha remitido a los agentes sociales el borrador de un decreto que regula el nuevo modelo de enseñanza plurilingüe. La intención parece clara y nadie duda de la buena voluntad para garantizar el deseable equilibrio de las lenguas en el sistema educativo. Lo que no parece tan clara es la oportunidad, la coherencia y la altura de miras para trabajar por un modelo coordinado en toda España.
Si algo no necesitamos los padres, los profesores y la comunidad educativa en general son anuncios que generen inquietud, inestabilidad y hasta zozobra en la organización del nuevo curso. Es comprensible que la inauguración de unas jornadas sobre plurilingüismo sea una buena ocasión para lanzar propuestas innovadoras sobre enseñanza de las lenguas. Sin embargo, hay buenas razones para pensar que se trata de una propuesta inoportuna.
No sólo porque estamos a final de curso y los claustros están preparando las programaciones del próximo año, sino porque asistimos a unos meses de incertidumbre e inestabilidad política que aconsejan prudencia. Primero porque es probable que los equipos que han redactado este borrador no sean los mismos que lo tengan que aplicar, segundo porque los profesores y centros tendrían que capacitarse, tercero porque el PP no se puede presentar a las elecciones con 17 modelos de enseñanza plurilingüe, y cuarto porque el proyecto de regeneración que anunció Rajoy no se puede realizar sin coordinar el taifismo educativo de las autonomías.
Aunque la regeneración anunciada es imprecisa, en los nueve puntos que se refieren a la educación se intuye una voluntad de integrar, coordinar y optimizar recursos. Si el punto 16 plantea el impulso de centros bilingües o trilingües no precisa que los líderes autonómicos tengan que competir entre ellos a ver quién es el primero.
La regeneración educativa necesita coherencia interna, es decir, un sistema eficiente que esté al servicio de la sociedad y no sea un instrumento para el sectarismo histórico, moral y cultural. La excelencia o voluntad de permanente mejora es deseable y posible. En este clima orteguiano de renovación, la altura de miras es un imperativo cada día más necesario. Primero para atender mejor las demandas de los padres, segundo para fortalecer iniciativas educativas de la sociedad civil y tercero para recobrar la ilusión de unos maestros 2.0 que afrontan con resignación digital el analfabetismo en tecnicolor.
Fuente: Las Provincias.
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