sábado, 10 de septiembre de 2011

Estoy en el colegio, pero no aprendo

Los alumnos españoles pierden un 10% de días lectivos en actividades que no les reportan conocimientos.
 
 Halloween, la fiesta del colegio, carnaval... Son algunas de las actividades del curso
 
10 Septiembre 11 - Alberto Robledo 
 
«Ahora a principio de curso Halloween, el festival de navidad y los villancicos en diciembre, el día de los disfraces...» y así podrían enumerar Alicia y Jesús unas cuantas jornadas más en las que sus hijos Javier (11 años) y Pedro (17), no reciben materia en el colegio. La realidad es que de los 175 días lectivos al año que tienen los alumnos españoles, pierden más de un 10% en actividades fuera del aula. Esta cifra, unida a las pésimas tasas de España de abandono escolar (28,4%), que duplican los baremos de la Unión Europea, así como el bajo nivel del sistema educativo, han hecho saltar las alarmas de numerosas asociaciones de padres de alumnos y de grupos políticos. 
 
La cantidad de actividades fuera de lo que son las materias básicas suele variar en función del tipo de educación que se imparta en el colegio, de la iniciativa y técnicas educativas del personal docente e, incluso, del municipio, provincia o comunidad autónoma en la que se estudie. No obstante, de media, un alumno suele realizar dos salidas al trimestre y un viaje de al menos cinco días al final de curso. A esta pérdida de horas lectivas hay que añadir que, sin salir del centro, los alumnos también suelen participar en diversos actos festivos (Halloween, actos navideños, carnaval, el día de la fiesta del propio colegio), la semana cultural y charlas educativas (sobre sexualidad, seguridad vial, drogas...). En total, estas actividades se traducen en unos veinte días en los cuales no se recibe materia escolar. 
  
Esta circunstancia ha llevado a parte de la comunidad educativa a replantearse este tipo de salidas para los alumnos. «Hay actividades que son razonables, pero hay otras que son excesivas e innecesarias, ya que no aportan nada al alumno desde el punto de vista de conocimiento», afirma José Manuel Martínez Vega, secretario general de Concapa (Confederación Católica de Asociaciones de Padres de Alumnos y Padres de Familia). Desde su punto de vista «el objetivo de estas salidas es que actúen como un complemento a la enseñanza y que los alumnos no las vean como actividades lúdicas». En ello, tienen los docentes un papel fundamental. Deben adecuar la programación y el temario del curso para que coincida con esa actividad, para que ésta tenga un sentido pragmático, ya que como admite el propio Martínez Vega, «no tiene sentido hacer una visita al museo Del Prado si los alumnos no tienen la asignatura de Arte». Los últimos resultados del informe Pisa dejaban claro que España suspende de forma estrepitosa y está a la cola de Europa en educación. Los estudiantes españoles naufragan en comprensión lectora, matemáticas y ciencias y están a años luz de Finlandia, que copa la posición más alta del ranking. 
 
Por esta razón, el portavoz de Educación del PP en el Congreso, Juan Antonio Gómez Trinidad, aboga por que «todas estas actividades se trasladen a después de clase, como actividades extraescolares». Debido a la delicada situación de la enseñanza en la actualidad, el portavoz popular apunta que «es primordial que se saque el máximo rendimiento a las horas lectivas que exige la Ley para aumentar el nivel de la educación y una vez que la base esté consolidada y tenga cierta calidad, sí que se podrían introducir este tipo de actividades como complemento a la materia impartida en clase». 
 
«Baile» de maestros 
 
Las salidas escolares, que tanto agradan y complacen a los alumnos, suponen, en cambio, un auténtico quebradero de cabeza para el propio centro escolar. La ausencia de profesores durante algunas horas o días provoca un «baile» de maestros y de guardias que merman la calidad educativa. Esta situación se agrava aún más con la reducción del número de plazas de docentes a pesar del aumento del número de alumnos. «Cuando falta algún profesor y viene otro a sustituirle, la gente se porta mal y no hacemos nada en clase», se quejan Alicia y Jesús que cuentan por boca de su hijo Pedro. Otro de los problemas de estas actividades son las consecuencias que tienen sobre el rendimiento académico del alumno, ya que le rompen el ritmo y no le permite crear un hábito de estudio que se traduzca en mejores resultados. 
 
Contra la rutina de trabajo 
 
Una agenda de actividades abultada, como la del instituto madrileño que se muestra sobre estas líneas, puede ser contraproducente. Para Juan Antonio Gómez Trinidad (PP), «hay demasiados actos y si a ellos unes los puentes y las festividades, al final el alumno no es capaz de encontrar una rutina de trabajo».
 
Fuente: La Razón.

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