Por Alicia V. Rubio.
Reconozcan que el título es bueno. Para ser sinceros, se lo he pedido prestado a un tal Manolo Saco que, tras este encabezamiento, desarrollaba un articulillo lleno de acusaciones y lugares comunes contra la iglesia y la ideologización de la educación. Como suele suceder, este individuo ve pajas en ojos ajenos pero es incapaz de ver la sólida viga que lleva en el ojo propio y con la que corre el riesgo de romper algún cristal como se acerque mucho a un escaparate.
En fin, nada nuevo bajo el sol. Pero no era mi intención meterme con su articulillo, sino manifestar mi desilusión al leerlo: yo creía que verdaderamente iba a hablar de lo que el título prometía: los maleducados intentando educarnos. Y la verdad, el texto no tenía nada que ver con el tema que enunciaba, así que no puedo resistirme a desarrollarlo.
Un maleducado es una persona que, según la RAE, se muestra «descortés, irrespetuosa e incivil». Una persona que actúa con malos modos, que no respeta normas de convivencia y pisotea los derechos de los demás a su capricho. Si me pongo a pensar en un ejemplo claro de unos maleducados, se me viene a la mente la imagen de los «indignados» insultando y zarandeando a los peregrinos del JMJ: descorteses con unos visitantes, irrespetuosos con unas creencias, inciviles con sus agresiones, sus insultos y sus palabrotas.
Es más, si quiero explicarles a mis hijos lo que NO quiero que sean jamás, les pondría esas imágenes que me avergüenzan como española y como anfitriona y me hieren como persona educada, católica y demócrata.
Es mi deseo no ver jamás imágenes parecidas, ni los rostros desencajados y llenos de odio de esas hordas de maleducados que se decían «indignados» y que hieren, ofenden e indignan. Sin embargo y para mi asombro, estos tíos son como las garrapatas, que no te las quitas de encima ni con aceite, y ahora resulta que están metidos en las asambleas de profesores que preparan movilizaciones porque se niegan a trabajar sus horas reglamentarias.
Y aquí vienen mis preguntas: ¿Por qué están ahí esos individuos de triste recuerdo? ¿Esos tipos sin civilizar eran profesores? ¿Esos maleducados enseñan y educan a mis hijos? ¿Será que están en calidad de «ponentes invitados»? ¿Esos impresentables enseñan y educan a los profesores que educan a mis hijos?
¡Válgame el cielo! (que diría un personaje de Tirso de Molina)
¡Por Tutatis! ¡Que el cielo caiga sobre mi cabeza! (que dirían Astérix y Obélix)
¡Parad el mundo que me apeo! (que diría un progre del 68)
¡Socorroooo! ¡Nos quieren educar los maleducados! (que diría una madre desesperada, con tres hijos en la enseñanza pública).
Bueno, pues a día de hoy, suscribo los cuatro gritos de angustia y auxilio e invito al respetable a que añada cuantos conozca, para suscribirlos también.
Fuente: Profesionales por la Ética.
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