viernes, 2 de septiembre de 2011

Rebelión en las aulas

Por Agustín Domingo Moratalla.

El inicio de curso está siendo agitado. No me refiero a la reforma constitucional y la precampaña, sino a la vuelta al cole de nuestros maestros. Aunque la agitación vaya por barrios autonómicos, las convocatorias de asambleas informativas que realizan los sindicatos desbordan todas las previsiones. Pocas veces el horizonte profesional de profesores y maestros había sido tan incierto como el que estrenamos esta temporada. 
 
Aunque la incertidumbre es mayor en autonomías donde las instrucciones exigían reajuste en la gestión de horarios, los servicios educativos de todas las autonomías están revueltos. Una de las formas más visibles de realizar el tijeretazo es suprimir el margen con el que se gestionaban las horas obligatorias para incrementar la dedicación de los profesores funcionarios y disminuir así las necesidades de interinos sindicalizados. La medida se ha presentado de una forma razonable porque la horquilla de horas 'de pizarra' se ha reducido, de organizar el curso entre 18-21 se ha pasado a organizarlo entre 20-21. 
 
Las autonomías que han realizado estos cambios se han apresurado a contabilizar los miles de millones que se ahorrarán con esta medida, con la reducción del número de liberados sindicales y con la optimización del gasto corriente. Mientras tanto, el Ministerio de Educación no sabe qué decir o qué hacer porque los planes para maquillar el fracaso, implantar las reformas pendientes y desarrollar programas innovadores están en dique seco. Al tijeretazo de las cuentas autonómicas se suma la precariedad ministerial. 

Aunque los sindicatos promuevan la rebelión, es previsible que sus propuestas de movilización fracasen. No sólo por razones de naturaleza política o electoral sino por razones de naturaleza generacional, pedagógica y cultural. Han instrumentalizado, encallecido y envejecido a los docentes de tal forma que han dejado sin savia nueva las plantillas. Han conseguido que los mejores licenciados, especialistas y estudiantes no puedan ser maestros. Durante los últimos años se han ensímismado y han olvidado la regeneración biológica de las plantillas, han vivido de espaldas a una pedagogía de la virtud, una cultura de la excelencia y una ética de la ilusión. Ahora llegan tarde y la opinión pública no está de su parte. Lo lamentable de la situación es la imagen de unos responsables educativos que en lugar de rendir cuentas y pedir perdón aplican la máxima de «hacer más con menos», olvidando la importante: «hacerlo bien y mejor».
 
Fuente: Las Provincias..

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