viernes, 27 de enero de 2012

"Hay que cambiar el modelo en el que llevamos 20 años"

Ante la emergencia educativa: don Juan A. Gómez Trinidad, ex portavoz de Educación del PP.
  
La emergencia educativa, denunciada por Benedicto XVI, recorre Occidente y afecta, de forma muy particular, a España. Los datos son de sobra conocidos: tenemos el doble de fracaso escolar que el promedio de la Unión Europea; el nivel académico de nuestros estudiantes está a la cola de la OCDE; las agresiones a profesores se incrementan cada curso... Ante el nuevo escenario social y político al que se enfrenta España, Alfa y Omega lanza una serie de entrevistas con expertos en educación del más alto nivel que, más allá de todo reduccionismo ideológico, aporten luz (y propuestas) para superar una emergencia más importante que la económica.
  
Es catedrático de Instituto, ha ejercido la docencia durante años, fue portavoz de Educación del Partido Popular en la pasada legislatura, y es una de las voces del ámbito político con más prestigio en el sector educativo, incluso entre quienes son contrarios a sus ideas. Al margen de que muchos lo situaban en el Ministerio de Educación, y de que poco antes del 20-N la dirección del PP prescindió de sus servicios, don Juan Antonio Gómez Trinidad sigue hablando de lo que realmente le importa: la educación, dentro o fuera de la arena política. Con él, Alfa y Omega abre una serie de entrevistas con expertos del más alto nivel, que busca aportar soluciones a la emergencia educativa denunciada por Benedicto XVI.
 
¿Cómo se manifiesta, en España, la emergencia educativa?
  
Hay que recordar que hablamos de emergencia educativa no escolar, y en España es una realidad que tiene múltiples manifestaciones: indirectas, como la apreciación social mayoritaria de que la educación no funciona; o directas, como las que nos muestran los resultados de las evaluaciones nacionales e internacionales. Por último, está el dato más contundente: tenemos un tercio de fracaso escolar, es decir, que el 30% de los jóvenes, tras 13 años de escolarización obligatoria y gratuita, no obtienen el título de la ESO, a pesar de haber rebajado los niveles...
 
Ante esto, ¿qué reforma debe acometerse en el sistema educativo?
  
El fracaso educativo es un fracaso de educadores, y aquí todos educamos (o deberíamos educar), pero de distinto modo. La primera responsabilidad es de las familias, que deben dar el equilibrio emocional básico y los valores imprescindibles, sin los cuales la escuela no puede enseñar. Valores como la alegría, la generosidad, la entrega, el agradecimiento, el respeto, la capacidad de sufrir, el esfuerzo, etc., tienen su origen en la familia. En segundo lugar, está la responsabilidad que tienen los profesores; y en tercer lugar, la configuración del propio sistema escolar.
 
Para atajar la emergencia educativa en esos tres ámbitos, ¿bastan unas cuantas reformas de la ley actual, como ha anunciado el Gobierno, o eso sería caer en parches.
  
Dando por hecho que hay que volver a recuperar la ilusión y la responsabilidad de educar, no creo necesario elaborar una nueva ley, pero sí introducir cambios profundos en la actual legislación, que permitan desmotar el modelo educativo en el que llevamos 20 años instalados.
 
¿Qué errores nos han traído a este punto y hay que desmontar?
  
El principal problema de fondo es la concepción antropológica sobre la que se basa el sistema educativo: un buenismo que exime de toda responsabilidad personal, y por lo tanto de todo esfuerzo y sacrificio. Se confunde el principio de igualdad de oportunidades con el principio de igualdad de resultados y, en muchas ocasiones, se educa a su majestad el niño como si fuera sujeto de derechos, pero no de deberes. El resultado es bien patente.
 
Si no es necesaria una nueva ley, ¿qué reformas deben darse antes?
  
La primera es la formación, selección y posterior evaluación del profesorado. Nunca el sistema educativo puede estar por encima de la calidad de los profesores. Mientras no consigamos captar a los mejores universitarios, incentivarlos a lo largo de su larga carrera y recuperar el prestigio social, es difícil solucionar lo demás. Otro tanto diría de la dirección de centros. Estamos en un momento histórico, porque en los próximos años necesitaremos reponer 200.000 profesores. Y, como en tantas cosas, si seguimos haciendo lo mismo, no podemos tener resultados distintos. Posteriormente, hay que introducir reformas organizativas y curriculares en las distintas etapas.
 
El fracaso en Secundaria puede detectarse en Infantil y Primaria. Entonces, ¿por qué no se hace?
  
El fracaso, en efecto, se incuba en Primaria y eclosiona en Secundaria. Por tanto, hay que revisar la metodología y la organización de Primaria, detectar los fallos y no escatimar en medios para solucionarlos. Y no se trata sólo de medios económicos: tal vez haya que tirar por la borda supuestos pedagógicos asumidos como dogmas, y que desde la corrección política nadie se atreve a revisar.
  
¿Por ejemplo?
  
Además de cuestiones técnicas que denuncian los expertos, como que la enseñanza es demasiado repetitiva y cerrada, hay un fallo fundamental: el constructivismo. En nuestro sistema, con la idea antropológica russoniana (el hombre es bueno por naturaleza), está el constructivismo, que sostiene que el niño aprende por sí solo, y que lo hace jugando. Por tanto, hay un excesivo ludicismo en todas las áreas, y se minusvaloran la memoria y la docencia, porque el niño aprende solo, casi sin necesidad de maestro. Pero claro, por sí mismo, quien descubre una nueva ley si le cae una manzana en la cabeza es Newton; los demás, sólo percibimos un manzanazo...
 
Secundaria es el tramo donde peores resultados se cosechan...
  
La finalidad de la Secundaria es distinta, según se quiera preparar para un tipo de estudios posteriores o no. Es irrenunciable para todos adquirir competencias básicas en Lengua, Matemáticas y cultura general, que permitan al alumno, cuando abandone el sistema escolar, poder desempeñar con madurez una vida de adulto. Otros, en cambio, requerirán unos conocimientos teóricos que les permitan seguir estudios postobligatorios de un tipo u otro. En definitiva, hay que acabar con el café para todos, que tanto daño ha hecho.
 
Antes citaba la responsabilidad de la familia. ¿Cómo se puede ayudar a las familias a implicarse en la formación de sus hijos, y garantizar su libertad de elección y su derecho a educar según sus convicciones?
  
La familia tiene un papel insustituible en la educación de los hijos, que es un derecho, y también un deber de los padres. No me gusta la participación, según se entiende a partir de la LODE, como presencia de los padres en los Consejos escolares, etc. Prefiero hablar de corresponsabilidad, y que cada uno, padres y profesores, cumpla con sus deberes y derechos, que son distintos, pero complementarios. Y, por supuesto, en un clima de confianza y no de sospecha mutua, como a menudo sucede. Dicho lo anterior, me parece básico garantizar la libertad de elección de centro, no sólo entre los centros públicos o de iniciativa social, sino entre centros de una misma red que tengan un ideario o una metodología distinta.
 
¿Cree que el Gobierno tiene la educación como prioridad?
  
El PP ha insistido, durante la pasada legislatura, en que uno de los pilares fundamentales de su acción política es la educación, que necesita reformas profundas. Creo que el actual equipo de Gobierno no caerá en la trampa de que, llevado por lo urgente (la situación económica), no tenga tiempo ni esfuerzos para dedicarse a lo importante, que es la educación y la formación, el capital humano. Espero y deseo que no defrauden las esperanzas puestas en ellos en las últimas elecciones.
  
José Antonio Méndez 
  
Fuente: Alfa y Omega.

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