jueves, 26 de enero de 2012

La enseñanza otra vez

Nos desencanta que la Educación se haya encogido en el organigrama - Foto: Javier Fernández Largo
     
Por Francisco Rodríguez Adrados.
  
Se comprende muy bien que el Gobierno, los periódicos y los medios de comunicación en general insistan preferentemente en los temas económicos, que son, efectivamente, los más urgentes. Es claro que el Gobierno actual da  impresión de seriedad y de competencia técnica en el tratamiento de este tema, y esperamos que acierte, será en beneficio de todos. Pero, aunque establecer un tiempo para cada tema es racional, ya casi da apuro escribir sobre otros asuntos. Pero no deberían olvidarse. En mi caso, pienso en el de la Enseñanza, que, con pequeñas excepciones, ha casi desaparecido de los ojos y oídos del público. Al mismo tiempo, la verdad es que nos desencanta un poco el que la Educación –muchos preferiríamos que se volviera a decir Enseñanza–, se haya encogido en el organigrama hasta ser sólo una Secretaría de Estado en vez de un Ministerio; ahora irá unida a temas sin gran relación con la Enseñanza. Y que no oigamos mucho sobre cómo y por quiénes va a tratarse en el detalle el tema. Con una excepción muy favorable, la de ofrecer tres años de Bachillerato. Desde siempre somos muchos los que hemos venido proponiéndolo.
 
 
Ya en noviembre pasado la Sociedad Española de Estudios Clásicos, que siempre ha intervenido en estos temas, envió al Gobierno y a los medios de comunicación una «Carta abierta de la Sociedad Española de Estudios Clásicos ante las próximas elecciones generales», título, en verdad, demasiado vago. Es de Enseñanza de lo que hablaba y la verdad es que no tuvo demasiado eco, sólo lo hubo, que yo sepa, en una nota de «El País». Se habla, en general, de poco más que del fracaso escolar, que es el fracaso de la nueva legislación que vino imponiéndose desde los años finales del franquismo. El rebajamiento de los niveles de la enseñanza, la fusión de todos los tipos de la misma (con perjuicio para todos), la imposición de la enseñanza obligatoria hasta una edad cada vez más avanzada, la demolición del sistema de pruebas y exámenes y de la autoridad del profesorado, la algarabía sobre la enseñanza lúdica y, en el fondo, contra el profesorado, el rebaje de las humanidades y el ocultamiento de la verdadera historia de España, han servido tan solo para forzar una innegable decadencia. 
 
 
Y para hacer prácticamente único el sistema impuesto por el socialismo, como muy bien ha dicho Rajoy. Un sistema que, por otra parte, no es original de ellos, no lo seguían en los años treinta, fue más tarde cuando les llegaron ideas procedentes de los pedagogos que las cultivaban en la enseñanza infantil y que después infantilizaron, en la medida que pudieron, la Enseñanza Media. Y ahora se está rebajando, ya, la Universitaria. 
 
Un cúmulo de errores

  
Lo triste es que nadie puede declararse inocente de este camino que la enseñanza ha recorrido. Comenzó ya con el tardo-franquismo, siguió con los socialistas de González (con los que todavía se podía dialogar y lograr concesiones), se agravó con los que ganaron en el 2004, absolutamente impermeables, no merecía la pena ni hablar con ellos. 
    
 
Y el PP, es triste recordarlo, cuando tuvo la mayoría absoluto el año 2000 hizo poco por modificar las cosas: se dejó llevar a unas conversaciones engañosas con los sindicatos y cuando ya en el 2004 empezaron a sacar nuevas contrarreformas, nacían ya muertas, pronto anuladas. Han aprendido ya, sin duda.  Y ahora muchos dicen que se ha dañado a la enseñanza pública, que el PP favorece a la privada. Yo diría, más bien, que las reformas han hecho, a veces, imposible la privada, el que tiene algo de dinero emigra a la pública. Yo desciendo de la pública, era lo mejor que había y sigue siéndolo en la medida en que puede.
   
Hay que hacer más

  
En fin, el nuevo Gobierno debería atacar en lo posible ese problema. Bien está lo de los tres años, pero habría que hacer más. Pocas asignaturas y serias, mínimo de opcionales y de escapatorias. Eso ya en la ESO, en lo que quede de ella. Reafirmación, aquí y en el Bachillerato, de las humanidades, con una troncalidad bien fundamentada, sin vías alternativas que todo lo confunden.
   
El escrito de nuestra sociedad pide que, dentro del Bachillerato de tres años, se aumente la oferta de Griego y Latín, como sucede en los bachilleratos alemán, suizo o italiano. Son la base de la que partieron nuestra cultura y nuestra Enseñanza. 
   
E insiste en que las materias que se consideran de oferta obligada se incluyan ineludiblemente en todos los centros de enseñanza. Y en el tema del reclutamiento del profesorado, que se viene degradando: nada de cursillos, pruebas con ejercicios prácticos, exigencia del conocimiento de la materia, especialización, nada de profesores que sirven para todo, nada de enseñanzas «afines». Y habría que estudiar un tema delicado: en muchos institutos la presencia masiva de emigrantes que ni comprenden nuestro idioma hacen difícil la enseñanza, un triste espectáculo. Habría que imaginar alguna solución.

 
 
Es en la Universidad donde la degradación, en el tema del ingreso en el profesorado, ha llegado más lejos: se puede llegar a catedrático de Universidad presentando en una ventanilla unos papelitos que luego juzga un tribunal anónimo. Y Bolonia, rebajando los estudios, queriendo imponer una enseñanza casi de conversación en grupitos, odiando la lección magistral, está ayudando al declive. Esto no es todo, sólo un inicio.
 
Francisco Rodríguez Adrados, de la Real Academia Española.
  
Fuente: La Razón.

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