lunes, 30 de enero de 2012

Javier Orrico: “Si yo hubiera estudiado con la Logse, hoy sería un delincuente”

Javier Orrico, doctor en Filosofía, analiza para LA GACETA junto a otros catedráticos y profesores la educación de ayer y la de hoy. “Se perdió el espíritu de lucha”.
  
29 ENE 2012 | P. L. Cuntín y C. Herrera. 
  
El ministro de Educación, José Ignacio Wert, presentó el pasado jueves a los consejeros autonómicos la principal propuesta del Gobierno popular para mejorar las bases del sistema educativo español: ampliar a tres años el Bachillerato eliminando el último curso de la ESO. El objetivo de la reforma es que el alumno con 15 años tenga que decantarse obligatoriamente por continuar estudiando el Bachillerato para optar a la universidad o elegir como opción alternativa, al menos, un año de Formación Profesional. La finalidad es evitar que en un mismo curso concurran buenos estudiantes y alumnos obligados a permanecer en el centro y asistir a clase hasta que cumplan los 16 años y, en definitiva, acabar con la alta tasa de abandono escolar de España, que es de un 30%, la más elevada de toda la UE. En pleno debate sobre las causas del fracaso del sistema educativo español, LA GACETA ha hablado con distintas autoridades educativas para averiguar qué falla ahora y por qué la gente de antes salía más preparada que la de hoy.
   
“El fracaso escolar en nuestro país obedece a una sola razón: ya no se estudia. ¿Para qué, si se pasa de curso igual?”. Javier Orrico fue durante muchos años jefe del Departamento de Orientación en el IES Ortega y Rubio de Murcia y en la actualidad trabaja como asesor en el Consejo Escolar de la Región. El catedrático de Lengua y Literatura ha podido constatar durante muchos años de Logse cómo este sistema “eliminó de raíz la idea de que para aprender hace falta esfuerzo”. El problema se remonta a la Educación Primaria, donde “en lugar de enseñar a leer, escribir y calcular, se desarrolló una nueva pedagogía: el constructivismo”. Esta consistía en dejar que cada niño aprendiera a su ritmo. Así fue cómo dejó de existir una línea del saber que había que alcanzar, “ los niños ya sólo llegaban a donde podían, por lo que despareció completamente el clima de estudio”, explica.
  
Rosario C. Garrido, ex profesora de La Coruña, constata esta realidad y recuerda cómo era la enseñanza cuando ella era niña, en la década de los sesenta: “En todas las materias, cuando llegábamos a la mitad del libro, teníamos que aprender una lección nueva y repasar otra ya estudiada. Cuando terminábamos la materia, volvíamos a empezar a repasar de dos en dos. O incluso de tres en tres. Incluso mientras jugábamos a la comba repetíamos al saltar retahílas como los hijos de Zebedeo, los planetas o los reyes godos”, relata. “Teníamos dos horas diarias de estudio y durante esas dos horas no existía nada más que el libro y tú”, recuerda entre risas y nostalgia. 
  
Rosario recuerda que los padres de antaño nunca cuestionaban al maestro. “La directora del centro, incluso con los estudiosos, decía a los padres: ‘Va bien pero puede hacer más’. Y esas palabras fueron decisivas a la hora de imponer mi madre su decisión de que hiciera en un solo curso 5º de Bachiller y 1º de Magisterio. Sin preguntarme. Podía, luego debía. Ese era su silogismo. Sin más”, relata Rosario. 
  
Actualmente, el 40,6% de los docentes ha sufrido abuso verbal por parte de los estudiantes. Pero ya hay un 25% que asegura haberse sentido intimidado por los padres. En opinión de Orrico, el problema de la autoridad del profesor no se soluciona con una ley. “El respeto al maestro volverá cuando vuelva el respeto al saber y a la cultura; cuando el profesor vuelva a representar eso, volverá la autoridad”. 
  
“Me tiene manía”
  
El colegio al que acudía Daniel no tenía problemas con los pagos de la calefacción. “Había una gran estufa y cada niño llevábamos un poco de leña”, recuerda. De eso hace ya 60 años. Daniel ahora es profesor –de los de antes– y probablemente uno de los más veteranos de España. Cuando entró por primera vez en un aula para dar sus primeras lecciones (en 1964) no había ordenadores en los pupitres ni tampoco pizarras digitales. “Pero toda la clase se puso en pie”, recuerda. 
  
Desde que Daniel comenzara a ejercer ha visto pasar hasta cuatro leyes distintas que condicionaron su labor diaria. De la Ley General de Educación, de 1970 –que introdujo la EGB y la enseñanza obligatoria hasta los 14 años– hasta la actual Ley Orgánica de Educación, de 2006 –con su polémica asignatura Educación para la Ciudadanía–. Cada una de las reformas ha perseguido el mismo objetivo: rescatar a España de los últimos puestos de la UE en materia educativa. Una conquista que aún no se ha alcanzado. 
  
Sin embargo, profesores veteranos, catedráticos y hasta psicólogos dudan de que el antídoto que necesita el sistema educativo se encuentre en las leyes. 
  
“La reforma de la antigua Logse inauguró el cambio en la educación. El hecho de que los niños pudieran pasar de curso con todo suspendido hizo perder el planteamiento del esfuerzo, el interés y el estudio”, asegura Daniel, que recuerda cómo en sus tiempo de nada valía eso de que “el profesor me tiene manía”. Javier Orrico está de acuerdo con esta idea: “El sistema forma a personas blandas que no tienen mecanismos para enfrentarse a la vida. A los socialistas se les llena la boca hablando de la educación en valores y no se dan cuenta de que son los hijos de la clase obrera precisamente los que han perdido esos valores de dejarse los cuernos pegados para salir adelante. Se los han robado. Y cualquier cosa que suponga trabajo les produce aversión”, explica. 
  
Profesores y expertos coinciden en que la clave está en la disciplina y el sacrificio, términos muy conocidos en aquellos tiempos de la reválida, en los que no estudiaba el que quería, sino el que podía. “Si los chicos supieran que al acabar la ESO se iban a enfrentar a una reválida y que si no la aprobaban, no tendrían nada, todo sería distinto. Yo tengo claro que si hubiera estudiado con la Logse, hoy sería un delincuente” afirma Orrico contundente. 
  
Expertos como Javier Orrico aseguran que el sistema educativo de España necesita una pala excavadora y un volver a empezar recuperando algo esencial: que se instruya y forje a las personas para la vida.
  
Fuente: La Gaceta.

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