Por Josep Miró i Ardèvol.
Reitero lo obvio: los responsables principales de la educación son los padres. La escuela es un complemento; por consiguiente, debe estar lo mejor articulada posible con el tipo de educación que los progenitores quieren dar a sus hijos. De ahí que en una sociedad plural y democrática exista reconocido este derecho –es precisamente lo que fundamenta los conciertos escolares– y la libertad de constituir centros escolares. En la medida en que una sociedad en sus aplicaciones prácticas respeta ese derecho y sus derivadas es una sociedad basada en la libertad efectiva.
Las administraciones socialistas, solas o en alianza con otros partidos, han tenido un especial interés en reducir con medidas burocráticas el ejercicio de aquel derecho constriñendo la libre elección de centro. En realidad, detrás de esta práctica existe la concepción de que es el Estado, los poderes públicos, el sujeto primordial de la educación de los niños. Se trata todavía de una rémora totalitaria que afecta al socialismo de este país y a sus grupos afines. Pero esta actitud lógicamente no surge por generación espontánea en el seno de un partido, debe existir en la sociedad una cultura política que lo justifique. Esto explica que haya padres y maestros que defiendan la invasión de los poderes públicos en lo que es su responsabilidad primordial en la vida, la educación de sus hijos.
Ahora mismo, la consejera de Educación de la Generalitat de Cataluña ha adoptado la medida de que para la matriculación en un centro tendrán cinco puntos adicionales si sus padres ya estudiaron en él y si lo hacen alguno de sus hermanos. Parece una medida consecuente que tiende a respetar la elección de un centro, basada además en la experiencia directa. Ha anunciado, asimismo, que ampliará los límites de las llamadas zonas educativas que restringen el ámbito de elección. También es una buena medida. Pues bien, ante esa decisión, ya han surgido las voces de siempre que claman contra ella con un argumento absolutamente inconsistente, que es el de que potencia la desigualdad.
Lo que desarrolla la desigualdad es la injusticia en la propia sociedad, la falta de programas estatales para luchar contra la pobreza infantil, como existen en tantos países de Europa, las ridículas ayudas que reciben las familias con hijos. Intentar corregir la desigualdad social con medidas que coarten la libertad de educación es una simple excusa. La peor manifestación de desigualad radica en el fracaso escolar y éste surge, en primer término, por un déficit paterno en su capacidad educativa. Como puso de relieve el estudio del sociólogo Enzo, precisamente sobre datos de la escuela en Cataluña, no siempre unos mejores ingresos y un mayor nivel cultural por parte de los padres van ligados a mejores resultados comparativos de sus hijos. Depende en gran medida de aquél que es determinante, su atención y capacidad educadora.
Josep Miró i Ardèvol, presidente de E-Cristians y miembro del Consejo Pontificio para los Laicos.
Fuente: ForumLibertas.
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