La juventud española está a la cabeza de casi todo lo peor de Europa, y a la cola de lo mejor.
El Fondo Monetario Internacional ha advertido de que el alto índice de paro juvenil y las malas perspectivas de futuro pueden generar «una generación perdida». En España, la situación puede ser una de las peores de Occidente: doblamos las cifras europeas de desempleo juvenil, fracaso escolar, baja productividad..., además de problemas made in Spain. La respuesta debe ser urgente: hay que rescatar a la generación perdida.
Puede que lo peor de la crisis económica y moral que sacude al mundo no sólo no haya pasado, sino que ni siquiera haya llegado. Hace unos días, el Director Gerente del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn, alertó de que la incidencia del desempleo entre los jóvenes puede provocar un desastre histórico: «Nos enfrentamos a la perspectiva de una generación perdida de gente joven, destinada a sufrir toda su vida de peores empleos y condiciones sociales», avisó. La sacudida social afectará a países pobres y en vías de desarrollo, pero también a Estados Unidos y a Europa. En España, el desastre entre los jóvenes puede tener dimensiones trágicas, y no sólo por la marcha de la economía. La radiografía de la juventud en España, o sea, de la sociedad española, es reveladora.
Si empezamos por lo más superficial, esto es, la economía, la tasa de paro en Europa, entre los jóvenes menores de 25 años, es del 20,4%, y en España, es más del doble: el 42,8%; o sea, casi dos millones de jóvenes con nombre y apellidos. Si comparamos país por país, el sonrojo es mayor: en Alemania, la tasa de desempleo juvenil es del 8,6%; en Holanda, del 8,2%; y en Eslovaquia, el segundo peor de Europa, del 37,3%.
Más fracaso escolar = más paro
El dato no debería cogernos por sorpresa. En junio, la Fundación Cotec para la Innovación y la Tecnología avisó de que la productividad española es un 20% más baja que el promedio de la europea y casi la mitad que la de Francia o Reino Unido; algo ligado a la falta de inversiones, al paro de los estudiantes que se incorporan al mercado y a la explosión de la burbuja inmobiliaria. Pero también a que somos el segundo país de la OCDE con más jóvenes de entre 15 y 19 años que ni estudian, ni trabajan: los llamados ni-ni. Esto significa que, para buscar soluciones de futuro, no sólo hay que abordar reformas laborales, sino profundizar un poco más, hasta la escuela.
También en esto doblamos la tasa europea de abandono temprano de los estudios (¿recuerdan a los ni-ni?) y somos, junto a Finlandia, el único país que ha aumentado esta tasa desde el año 2000. Claro que Finlandia, a pesar de su incremento, tiene un 9,9% de fracaso escolar, y España más del 31%. No en vano, nuestro sistema educativo es uno de los más discutidos de la Unión Europea, por lo sectario e ineficaz, y por trasladar el lastre del colegio a la universidad.
La lacra de la desesperanza
Aunque los datos de la OCDE demuestran que el paro se ceba en los jóvenes que no concluyen sus estudios, lo malo es que a los que estudian, los títulos no les sirven de mucho. Primero, porque faltan profesionales formados en FP, como acaba de recordarnos Alemania: sólo un 38% de los estudiantes españoles se matricula en Formación Profesional, frente al 52% de la Unión Europea. Segundo, porque, mientras en Europa el 23% de los universitarios no encuentran un trabajo acorde a su preparación, en España son el 43% los que sufren esta desigualdad. Y tercero, porque, cuando se incorpora al mercado laboral, un universitario español cobra un 20% menos que uno europeo.
Las causas profundas
Semejante panorama no nace de la nada: sus causas son aún más profundas que la ineficacia del sistema educativo. Porque lo primero que ha perdido la generación perdida es la esperanza. El Informe Jóvenes 2010, de la Fundación SM, revela que 6 de cada 10 jóvenes españoles creen que «la crisis tendrá un impacto muy negativo en su futuro personal y profesional», y el 46% reconoce que no confía en «un futuro prometedor, con independencia de la crisis». Desde hace años, informes de SM, Aldeas Infantiles, la Fundación Encuentro..., alertan de que las preocupaciones de los jóvenes son su físico, sus amigos, el sexo..., y que sus profesores los perciben carentes de esfuerzo, influenciables, consumistas e inmaduros.
O sea, que para rescatar a la generación perdida, lo primero es reconocer que existe el problema y que, desde luego, no es sólo económico.
José Antonio Méndez.
Fuente: Alfa y Omega.
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