sábado, 21 de abril de 2012

Nuevos tiempos, nuevos profesores

Por Juan Antonio Planas Domingo, presidente de la Confederación de Psicopedagogía y Orientación de España.
En el presente artículo, su autor, presidente de la Confederación de Psicopedagogía y Orientación de España (COPOE) y de la Asociación Aragonesa de Psicopedagogía, analiza las imprescindibles respuestas del sistema educativo, y por ende de los docentes, a una realidad social que experimenta cambios intensos y acelerados y a un alumnado cuyas características asimismo evolucionan y cambian con gran rapidez.
La sociedad actual experimenta cambios vertiginosos. Las características del alumnado cambian todavía con más rapidez. Las estrategias de aprendizaje, intereses, motivación son muy diferentes a los alumnos de hace tan sólo diez o quince años. Por ejemplo, la facilidad para realizar diversas actividades simultáneamente, la rapidez perceptiva o la facilidad para recibir información vía visual. Sin embargo, también tienen menos capacidad para interpretar signos faciales, para recibir la información vía auditiva o la perseverancia en la tarea. En general, podemos decir que son alumnos más estimulados, con más inmadurez emocional, con otro tipo de estilo de aprendizaje. En definitiva son diferentes. 
  
Tal como manifiesta Álvaro Marchesi, que fue secretario de Estado de Educación y experto en diversos organismos educativos, “las nuevas generaciones son más difíciles de enseñar porque les cuesta más aprender, atender y estarse quietos, pero tienen otros valores que no tenían los anteriores, como una mayor capacidad de trabajo en equipo y el control de las nuevas tecnologías. Hoy la enseñanza es más difícil que antes y lo será más en el futuro”
  
La práctica totalidad de expertos coincide en que será a través de la educación como consigamos salir de la crisis económica actual. Por lo tanto, las autoridades políticas deberán invertir más y mejor en educación, pero sobre todo deberán tomar las decisiones oportunas para introducir los cambios necesarios en nuestro sistema educativo para favorecer a los alumnos. No podemos estar pendientes de los intereses corporativos de determinados intereses o de determinadas estructuras. Habrá que introducir cambios de verdad para que se produzca la mejora definitiva de nuestro sistema educativo. 
  
Por otro lado, hay que tener en cuenta que se están produciendo unos cambios importantes en el sistema tal como que a partir del próximo curso el alumnado podrá cursar los PCPI con 14 años o que deberá elegir entre tres itinerarios en 4º de la ESO. 
  
Competencias diferentes 
  
Por tanto, el profesorado que debe atender a este tipo de alumnado también debe poseer unas competencias diferentes, adaptadas a esas nuevas necesidades. Desde la Confederación de Organizaciones de Psicopedagogía y Orientación de España (COPOE) reiteramos en la importancia de que el profesorado posea competencias en dirigir grupos, en adaptar la metodología al alumnado, en habilidades sociales y emocionales, en mantener la autoridad en la clase, en la relación con las familias o en recursos tecnológicos. Es de suponer que una vez terminadas sus titulaciones universitarias tienen ya un bagaje cultural más que suficiente para impartir docencia en las etapas no universitarias. Pensamos en que la nueva figura del profesorado debe ser más un conductor de un grupo, una persona dinámica que sepa extraer lo mejor de cada alumno, que ayude al alumnado con más necesidades educativas pero que no descuide al que tiene más competencias, en fin que esté más preocupado por estas cuestiones humanas y procedimentales que por las de los contenidos. Estamos convencidos de lo que adolece la actual formación del profesorado es de una formación psicopedagógica adecuada. 
  
Formación del Profesorado 

La mayoría de los profesionales de la educación coincide en que la clave para mejorar el rendimiento del alumnado y la calidad del Sistema Educativo estriba en la buena selección, formación inicial y permanente del profesorado, así como su continua incentivación y motivación. Los países que han obtenido los mejores resultados en los distintos informes PISA, Japón, Korea, Finlandia o Singapur, coinciden en seleccionar muy bien a sus futuros profesores, entre los estudiantes que presentan mejor expediente y después de una rigurosa entrevista donde demuestran sus competencias emocionales y docentes. 
   
El último informe McKinsey, titulado “Cerrando la brecha al talento: atraer y retener al tercio más alto a la enseñanza”, resalta la importancia del profesorado para elevar la calidad de la educación. En una investigación realizada sobre los sistemas educativos de más de 50 países se destaca que los sistemas educativos de mejores resultados reclutan, forman y retienen el 100% de sus cuerpos docentes del tercio superior de cada cohorte educativa y los seleccionan con otras cualidades personales. 
  
En ese sentido habría que tener en cuenta iniciativas exitosas de otros países tales como “Teach for America” de EEUU, “Teach fist” de Gran Bretaña o “Beca: vocación de profesor” de Chile; consistentes básicamente en captar y becar a los alumnos con mejores expedientes académicos para que se formen en otros países y después se dediquen a la educación. 
  
El profesorado necesita formación inicial y permanente adaptada a las nuevas necesidades. Todavía no se está realizando una formación psicopedagógica de calidad que dé respuesta a los problemas que se encuentran nuestros docentes en las aulas. La realidad de la sociedad actual cambia muy deprisa y nos tememos que las aulas universitarias no siguen ese mismo ritmo. No es lo mismo dar clase a un grupo homogéneo que a otro heterogéneo, con diferentes capacidades y rendimiento tanto por debajo como por arriba. Es necesario conocer problemáticas que antes no existían o se desconocían, como los alumnos disruptivos, la desmotivación, el déficit de atención, la hiperactividad, las ludopatías, la anorexia, la bulimia, el ciberbullying o la drogadicción. También precisan formación en temas tales como: materiales específicos para trabajar en esa diversidad, agrupamientos más flexibles, las nuevas tecnologías aplicadas a la educación, evaluación, mejora de la tutoría, medidas para mejorar la convivencia en la comunidad educativa, etc. Lo que está claro es que precisan de soluciones y experiencias prácticas que ya se han puesto en marcha en los centros educativos. 
  
Gestión de conflictos 
  
Por otro lado, una de las piezas fundamentales que no se están teniendo en cuenta en la formación del profesorado, tal como mantienen especialistas como Rafael Bisquerra, de la Universidad de Barcelona, o Carlos Hue, de la Universidad de Zaragoza, es la Educación Emocional. Tanto los alumnos como los profesores deben tener una sólida formación en este ámbito. Gran parte del malestar docente y de los problemas de convivencia se deben a que tanto los profesores como los alumnos no están gestionando adecuadamente los conflictos tanto personales como relacionales. Por ello, este tipo de formación sería preferible que la impartiesen personas con formación y experiencia psicopedagógica. 
  
La competencia emocional en los futuros profesores debe ser previa al resto de competencias docentes o investigadoras. Si un profesor no tiene habilidades sociales y no posee recursos para dinamizar un grupo, llevar a cabo una entrevista o resolver un conflicto de convivencia, todo su bagaje intelectual y científico le va a servir de bien poco. A nuestro parecer en la formación del profesorado debería primar sobre todo este tipo de aspectos ya que en las titulaciones de grado de cualquier especialidad apenas se tienen en cuenta estas competencias. Incluso abundando en esta idea, es imprescindible que cualquier profesor tenga la suficiente madurez emocional para dedicarse a esta compleja tarea de educar. 
  
Aprovechar la experiencia Los profesionales que conformamos la Confederación de Organizaciones de Psicopedagogía y Orientación de España pensamos que se debería aprovechar mejor la formación psicopedagógica y experiencia docente de los profesores en activo de Educación Secundaria y sobre todo los orientadores para coadyuvar en la formación inicial y permanente del profesorado tanto de Educación Infantil y Educación Primaria como de Educación Secundaria. Hay que rentabilizar los efectivos actuales y ampliar su número para poder hacer efectivo realmente este papel de incidir en la formación del profesorado. Hay que tener en cuenta que los orientadores pertenecemos por oposición al cuerpo de profesores de educación secundaria y estamos a tiempo completo en los centros educativos en contacto directo con el alumnado, sus familias y el profesorado, e incluso una buena parte del colectivo lleva años realizando formación en los centros de profesores y recursos o en instituciones sin ánimo de lucro dedicadas a la formación. 
  
La COPOE propone tanto al Mº de Educación como a las distintas universidades y comunidades autónomas que tengan en cuenta a los orientadores para formar a esos futuros tutores de prácticas (profesores que ya están en ejercicio) y de igual manera a los futuros profesores aspirantes. Los orientadores además de formación psicopedagógica y didáctica disponemos de más flexibilidad horaria debido a las pocas horas lectivas asignadas. Si se potenciara la presencia de dos o tres orientadores en los institutos y algunos más en los equipos de orientación psicopedagógica, uno de ellos podría dedicarse a la formación de esos futuros tutores y a colaborar en la formación de los profesores aspirantes. 
  
Importancia de la Orientación 
  
Una de las posibles fórmulas que proponemos es la de destinar a los orientadores que han aprobado las oposiciones en la última convocatoria de refuerzo a algún Departamento de Orientación o E.O.E.P., de tal manera que durante un curso tendría la ocasión de formarse en la compleja tarea de la orientación, pero además permitiría que otro orientador destinara parte de su tiempo en la formación del profesorado tanto inicial, como permanente e incluso a la formación de los profesores tutores de las prácticas. 
  
Estamos comprobando que, tras los dos años de implantación del Máster de Formación del Profesorado, hay demasiadas peticiones del alumnado que piden una formación más relacionada con el quehacer docente y que sea menos teórica. Desde nuestra Confederación insistimos en que las Administraciones educativas deben velar para que la formación de su profesorado sea lo mejor posible. Este máster no puede servir para solucionar problemas de docencia de determinados Departamentos Universitarios. 
  
Coincidimos con planteamientos realizados por parte de profesores con reconocido prestigio como Antonio Bolívar, de la Universidad de Granada, Joaquín Gairín Sallán, de la Universidad Autónoma de Barcelona o Mario Martín Bris, de la Universidad de Alcalá de Henares, de otorgar más relevancia a los aspectos psicopedagógicos y a la experiencia práctica. Si la formación se convierte de nuevo en algo teórico alejado de la práctica diaria volveremos a fracasar. No puede supeditarse este asunto a un reparto de poder entre los distintos Departamentos Universitarios que incidan de nuevo en conocimientos específicos propios de la titulación de grado. El futuro profesorado precisará de experiencias directas y ejemplificaciones concretas de la compleja tarea de enseñar tal como dinamizar un aula, llevar a cabo una entrevista, motivar a los alumnos, o resolver conflictos en el aula. Es difícil que personas que no están trabajando directamente en los colegios de Infantil y Primaria o en los centros de Educación Secundaria puedan ofrecer en exclusiva esta formación tan práctica. 
  
Estamos convencidos en que aplicando este tipo de medidas de escaso compromiso económico se reduciría ostensiblemente el elevado porcentaje de abandono y de fracaso escolar. 
  

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