Emilio Martínez 14/03/2012
Por fin un ministro al que le gustan los toros. Quizás, opiniones a
favor o en contra de la polémica Fiesta, le venga bien. Dada la
envergadura de los ‘victorino’ que le esperan, algunos ya embistiendo
sin aguardar a esos 100 días que suelen darse como cortesía a los nuevos
gobernantes en el ruedo virtual de su también virtual plaza que es el
Ministerio. Pongamos que se habla/escribe de José Ignacio Wert, al
frente de una de las carteras escoba de más extensa denominación
oficial. Ahí es nada: Educación, Cultura y Deporte.
Tres asuntos complejos –el Deporte, que antes llevaba directamente
Zapatero se ha añadido a las competencias anteriores con Ángeles
González Sinde como máxima responsable de la cartera– y sólo
relativamente relacionados en los que hay mucho que torear. Y a fe que
Wert, valiente él, no se ha echado atrás a la hora de enfrentarlos
sabiendo que puede tener división de opiniones en su balance: O sea,
ovación, vuelta y corte de orejas o pitos y bronca, por continuar con
esos ricos términos sacados de la Fiesta que preñan el idioma español.
El primer bicorne con el que se atrevió, cuya faena la había
realizado su antecesora, incluso dándole nombre a la Ley, pero no había
matado ni rematado –léase que estaba pendiente de aprobarse– fue la de
las famosas descargas por internet. El sucesor de Sinde, valiente él, no
tuvo problemas para estoquear la nueva normativa, que en agradecimiento
añadió su apellido para llamarse ya siempre Ley Sinde-Wert. Un marco
regulatorio que sí que ha provocado una fortísima división de opiniones
merced al intento de combatir las webs infractoras de los derechos de
autor.
Es una forma de entender la Ley desde las instancias del Ejecutivo,
pero no así entre las asociaciones de usuarios o de muchos de estos de
forma individual. En la práctica, como se ha llenado la red de protestas
desde antes de su publicación en el BOE y mucho más después, se acusa a
la norma –que es un apartado de la Ley de Economía Sostenible– de
posicionarnos ante un peligroso sistema administrativo-judicial,
gestionado por una Comisión de Propiedad Intelectual que a su vez está
formada por personas dependientes del Ministerio de Cultura.
De modo que guste o no y se aplique o no con dureza, lo que es indudable
es que el Estado gana en poder para controlar lo que circula por la red
al disminuir la capacidad de análisis y decisión de los jueces en este
tipo de caso –aunque por fortuna, hasta ahora en líneas generales la
justicia española ha exculpado a las webs de enlaces–. Y que afecta no
sólo a las páginas de enlace con otras, sino a cualquiera, como
textualmente expresa: Podrán ser aplicadas a cualquier persona física o
jurídica que proporcione un servicio de la sociedad de la información y
de comercio que directa o indirectamente actúen con ánimo de lucro o
hayan causado o sean suceptibles de causar un daño patrimonial al
titular de derechos.
Máxime cuando la decisión final, el juicio teóricamente salomómico,
queda en manos de los miembros de la Comisión de Propiedad Intelectual,
que serán nombrados –aún no lo ha hecho– son nombrados por el
Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, a propuesta de los
Subsecretarios de los Ministerios de Justicia, Educación, Cultura y
Deporte, y Economía y Competitividad. O sea juez y parte. En cualquier
caso, aunque el toro de la ley ya está en el ruedo, todavía no se conoce
si ha habido denuncias, que de ser que sí, estarán esperando este
nombramiento.
Respecto a otros asuntos de este apartado cultural –sin olvidar nunca
que, como en Educación y Deporte las competencias están transferidas a
las comunidades autónomas y hay que contar con los respectivos Consejos
Sectoriales las pocas veces que se reúnen– , el ministro se ha
pronunciado en diversas ocasiones, aunque esas ideas no han llegado a
normativa en el Boletín Oficial del Estado, previo paso, con mayor o
menor negociación, por el Congreso y el Senado.
Así, por ejemplo el titular de la cartera se muestra partidario de
mejorar afianzar la confusa relación de las cadenas televisivas con su
hermano mayor del cine, cambiando la vigente Ley General de Comunicación
Audiovisual y la propia Ley del Cine. También pretende potenciar el
sector editorial, especialmente en el libro digital, equiparando la
fiscalidad del libro impreso al que se distribuye a través de Internet. Y
otros cambios en la Ley de Mecenazgo con un aumento en las
desgravaciones fiscales que s eobtengan de ellas para colocarlas en
porcentajes similares a los de otros países europeos.
Educación
Otro de los ‘vitorino’ que mucha guerra y polémica van a dar al
coletudo Wert es el de Educación. Donde el ministro ya ha hecho el
paseíllo con varias de sus propuestas, igualmente con división de
opiniones en los tendidos ha sido el de Educación. este nombramiento.
Algunas como denuncia, bastante razonada o al menos argumentada, de la
situación anterior: por ejemplo el bajo rendimiento estudiantil que año
tras año denuncia el informe Pisa o el cada vez menor temario común en
las 17 comunidades autónomas o la paradójicamente mala formación que
logran en la Formación Profesional –Wert pone como ejemplo a imitar la
alemana– o la excesiva endogamia a la hora de elegir los profesores
universitarios.
Aunque no parece que la mejor manera de cambiarlo sea la que ha
ideado para los aspirantes a maestros y profesores, al cambiarles sin
aviso ni negociación el temario de las oposiciones ya convocadas, lo que
como es lógico ha vuelto a incendiar la red con sus protestas. Respecto
a una normativa estatal que sirva de unificación de asignaturas en
todas las regiones para que los estudiantes españoles tengan –salvo
cuestione smuy localistas– un ideario común mucho mayor que el actual,
la idea está muy bien, aunque el centralismo excesivo puede ser
igualmente perjudicial y habrá que ver cómo lo lleva a cabo. Pues como
en Cultura, también en Educación las competencias están transferidas a
las autonomías.
En Secundaria, el ministro ya ha adelantado un cambio reduciendo un
curso la ESO –que pasaría a tres– y sumándoselo al Bachillerato, que
ahora quedaba muy constreñido en sólo dos. También estaba en contra de
la asignatura de Educación para la Ciudadanía, que ya ha eliminado casi
inmediatamente a su llegada para sustituirla por Educación Cívica y
Constitucional, que no parece diferir mucho. Eso sí, el torero Wert no
ha sido valiente para eliminar la Religión de los centros públicos y
dedicar esas horas a cuestiones más interesantes y menos sectarias. Y
amenaza con otra polémica con la supuesta –por él– necesidad de
establecer lo que denominó un ‘bilingüismo inclusivo en inglés –o sea
que se den las clases en este idioma– para algunas asignaturas, algo
discutible en general y mucho más en las comunidades con dos lenguas
oficiales.
Quizás la hermana pobre del ministerio sea su tercera pata: el
Deporte. Pero que, al menos, ha recuperado categoría teórica, ya que el
anterior ministro ‘in pectore’ era el propio presidente del Ejecutivo,
José Luis Rodríguez Zapatero, que en su última remodelación
gubernamental lo dejó en una secretaría de Estado dependiente de
Presidencia. Al margen de su no ocultada futbolera confesión
madridista, Wert no se ha pronunciado en exceso respecto a la temática,
y es muy posoble que salvo en el asepcto fundamental de la lucha contra
el dopaje, en el que España va tan retrasada, deje ‘tiorear’ al
secretario de Estado, Miguel Cardenal, quien acaba de nombrar al frente
de la Agencia Estatal Antidopaje a la prestigiosa Ana Muñoz Merino.
Al menos, el valiente coletudo Wert ha cogido al toro por los cuernos
y no ha ocultado que “por supuesto, tenemos, no hace falta decirlo
porque está de la más rabiosa actualidad, un problema con el dopaje, por
eso vamos a intentar a la brevedad posible aprobar la modificación de
la ley antidopaje”. Porque, filias y fobias francesas y/o de la UCI
aparte con la injusta condena a Contador, no sólo se juega el deporte, y
el país, el prestigio, sino las posibilidades de que Madrid, a la
tercera, sea por fin elegida sede de los Juegos Olímpicos.
Y, claro, sin olvidar, en la parte que le corresponde, el feo asunto
de la bancarrota de la mayoría de los clubes de fútbol de la Liga
Profesional y su deuda de 750 millones con Hacienda. Que aunque sean
entidades privadas, dependen en parte no sñólo de ayudas oficiales, sino
que deben cumplir la ley y pagar a Hacienda como cualquier españolito. Y
si algún histórico desaparece, pues qu elo haga. Ahí si que el torero
Wert va a tener no sólo que coger el toro por los cuerno,s ino arimarse,
cargar la suerte y –dada la carga demagógica y populista, no confundir
con poular del PP– jugarse la vida… política.
Fuente: Diario Crítico.
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