Por Alicia V. Rubio Calle.
Ahora que se están definiendo posturas y que se ve quienes defienden una moral estatal acorde con los valores del gobierno de turno.
Ahora que claman los que pierden prebendas y subvenciones conseguidas a costa de la ideologización de los menores.
Ahora que los defensores de EpC se lamentan de que, cuando, por fin, el estado le había quitado a la Iglesia la potestad de ideologizar, vengan padres integristas a fastidiar diciendo que se adoctrina a sus hijos.
Ahora que, por fin, se va a eliminar EpC, que nos llevan la razón, que se reconoce que nuestra denuncia tenía sentido…
…los medios de comunicación preguntan si ha sido difícil aguantar la presión de una decisión complicada
¿Difícil…?
¿Es difícil explicar a tus hijos, niños y adolescentes, que han de ser diferentes porque alguien tiene que enfrentarse a una injusticia y les ha tocado a ellos?
¿Es difícil explicar a otros padres, convencidos de la bondad del Estado, que las programaciones de EpC, “solo enseñaban la patita” (a veces, afortunadamente, la zarpa) porque como dice Chomsky en la la estrategia de la gradualidad (“estrategias para la manipulación”): “Para hacer que se acepte una medida inaceptable, basta aplicarla gradualmente, a cuentagotas”?
¿Es difícil enfrentarte a los equipos directivos, a los profesores y a los claustros y explicarles, una y mil veces, que la lucha no es contra ellos sino contra un proyecto de reducción de libertades?
¿Es difícil seguir luchando cuando las trincheras se van quedando vacías?
Y entre tú, tus convicciones y el mundo… tus hijos poniendo el pecho, la mejilla, los expedientes de estudios y el día a día.
Pues sí, ha sido difícil porque había que poner a nuestros hijos en la vanguardia de la lucha y, cada golpe que recibían, nos dolía doblemente por no poder ponernos de parapeto entre el problema y nuestros hijos. Hubiéramos querido frenar con nuestro propio cuerpo los ataques, ir nosotros a clase…pero iban ellos.
Difícil porque muchos de nosotros hemos sido, con cada hijo, los únicos objetores del centro educativo que se enfrentaban a lo injusto con su testimonio…
¡Si hubiera habido más hombros, más costaleros, para llevar el paso..!
Dicen que lo que no nos mata, nos hace más fuertes y es posible que nuestros pequeños y medianos objetores (nuestros grandes valientes) sean, en el futuro, un excelente grupo de choque contra el abuso estatal y en la defensa de los derechos fundamentales pero, ¡ojalá no hubiéramos tenido que entrenarlos tan pronto!
Quizá no haya mal que por bien no venga y, como un premio inesperado y exquisito, muchos de nosotros hemos visto a nuestros hijos recibir los golpes con una madurez, fuerza y convicción que nos han hecho sentir admiración y orgullo.
Para mal o posiblemente para bien, nuestros hijos no son los mismos. Y nosotros tampoco. Quiero creer que para bien.
Si al menos nuestra defensa de la libertad hubiera servido para que otros se den cuenta de que hay que enfrentarse a la injusticia…
Si nuestra postura hubiera servido para que algunos hayan sentido que debían haber estado en esa lucha…
Si todos se hubieran dado cuenta de que cuantos más hombros haya para cargar el paso, menos peso recae sobre cada costalero…Todo habría valido la pena y nada volvería a ser difícil.
Quizá ha sido eso: pocos hombros para una carga demasiado grande. Hemos podido con ella a duras penas, pero algunos costaleros tienen heridas. Ninguna que el tiempo no cure. Ninguna que las leyes no puedan resolver. Y deben hacerlo cuanto antes.
Si en el próximo paso que haya que portar, los que saben que tienen que estar ahí, están…nada, absolutamente nada, ni el paso más pesado, ni la lucha más difícil, supondrán un problema.
Se buscan costaleros para la próxima injusticia.
Fuente: Profesionales por la Ética.
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